(Poema sin título)

                                                                      A mi padre

I

El cuervo del silencio
tiende sus alas por la sala.
El agua tiene el sabor de los gusanos.
Noche perpetua vomita el silabario.
Pone la nada larvas en los ojos.
Un cardumen de llantos parte el agua.
La tierra, el polvo, los detritus,
cantan horizontales su autocracia.
Como jauría
la pena ataca las gargantas,
la sequedad camina por las bocas.
De ausencia invade el aire los pulmones,
los ayeres gangrenan las muñecas;
el verso de la vida se escande,
se divide, se hace ráfaga.
El vaso de los cuerpos se fragmenta.
Las líneas verticales caen a plomo,
las cabezas caminan a la piedra.
El agua de estos ríos se hace témpano,
un paréntesis de odio repta por las manos
y las quijadas de Neptuno
fragmentan nuestros cuerpos.
Los días luminosos se agotaron.
Un derrumbe de ramas
anuncia que es enero en mayo.
El golpe repentino de una brisa
nos arranca los ojos,
la cabeza, los brazos y los codos.
El tigre del tiempo nos arranca
de cuajo hasta los muslos.
Ya sólo somos tronco:
un corazón latiendo su quebranto.

II

Un caracol camina las arterias,
recorre venas y vasos capilares
(graniza fuera y sin embargo el sol
irisa silabarios).
El caracol transcurre, llega, llaga,
la yema de los dedos
(la frialdad es recuerdo pegajoso
que su cristal perfila
como una catacumba).
Como pan de cizaña
crepita el tiempo,
exhala camposantos;
nos deja estatuas,
pasa campos minados;
su séquito de asnos trota Egipto,
Grecia, Roma, el cristianismo.
El catastro se anima, avanza, cubre peces,
trigos, vides, maizales
cuando renuncias a la vida.

[Paco Pacheco]

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