piedras

me tiraban PIEDRAS.

 

me tiraban piedras

los de las celdas de castigo.

el taruco.

el ricky.

el ramonín y el chino.

me tiraban piedras todos los días,

de dos a cuatro de la tarde,

la hora de la siesta.

 

piedras no.

morrillos.

ASÍ DE GRANDES.

 

no sé por qué lo hacían.

no sé por qué las habían tomado conmigo.

que yo recuerde, nunca les había hecho nada.

se agobiarían en el patio, ellos solos, imagino.

 

yo estaba acostado en la cama,

la primera vez,

leyendo the autobiography

of the public enemy number one de francia,

un gángster al que se bajaron a balazos

en parís,

en pleno centro,

en 1984,

cuando salía de un taxi,

o de un coche robado,

eso ya no lo recuerdo.

 

la primera piedra atravesó la ventana

y fue a estrellarse contra la mampara

que separaba el baño del resto de la celda.

los cristales me cayeron todos encima.

conservo un recuerdo:

media luna en forma de cicatriz.

 

cuando la ventana se quedó sin cristales,

los de las celdas de castigo

se turnaban entre ellos para auparse a la repisa,

agarrarse con una mano a los barrotes

y tirarme las piedras con la otra.

 

piedras no.

morrillos.

ASÍ DE GRANDES.

 

yo me refugiaba detrás de la mampara

que separaba el tigre del resto del chabolo.

en el resto del chupano

se iban amontonando los pedruscos,

yo ya ni me molestaba en sacarlos fuera.

 

conseguí tablas de madera

y clavos,

y clavé las tablas al marco de la ventana.

 

las arrancaron.

 

desde que salí de la cárcel

he procurado vivir siempre

a más de 5 pisos de altura,

de 4 por lo menos,

y cuando eso no ha sido posible

y no me ha quedado otro remedio

que vivir por debajo de esa altura,

las persianas de mi casa

han permanecido bajadas

las 24 horas

del día.

 

                                                [David González]

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