Yo mismo y el teatro

 

en los largos períodos de silencio me recuesto bajo los amplios cielos de una escalera

de servicio o me arrellano pensando que aquellos estupendos caballeros cabalgaron

su sucio lobo en la escuela de danza fue siempre un bien para mí si intento entender

lo que estoy pensando entrelazar los dedos estirando codos y pulgares

en el fondo ella despliega la capa de liebre sobre la hierba peluda como vosotros qué dulce

pulsación pélvica cuando levanta la rodilla y descubre el caracol el cuerpo está todo

en grandeza natural que adelanta como en sueño los movimientos moderados en el plasma

yo no cierro los ojos los brazos en posición de conducir en un camión flamante

 

el atún mira para arriba entre bordes de salvia escarlata es verde-azul como los nabos

chinos y debe haber un significado escondido si el pavimento es un cristal negro

y las chicas ahusadas en una ciudad desconocida se introducen a tientas levantando

grandes burbujas de tierno perfume por debajo de los rayos de luna y también tropiezan

 

las hay que bailan en la superficie vidriosa de un torrente veo el bordado

delicado de los pies el bosque jadea y un ejército de músculos transporta

sin entender útiles paraguas sobre la espalda hasta que un grupo de fugitivos corriendo

simula descargar la tensión diurna en el aullido del lobo son los habitantes

ahora si intento entender la nitidez de las desconcertantes ondas del cuerpo inmóvil

del tigre aturdido o matado entre los juncos no permito al tercer ojo

excitar mi frente al ano le dolería hasta tal punto que el teatro creo

obra de misterio y aplauso supuesta por hombres y bestias inteligentes resurgirá

 

 

[Alfredo Giuliani, Versos y noversos, traducció de José Muñoz Rivas, Universidad de Murcia, 1991]

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