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[Eugenio Montejo (Caracas, Venezuela, 1938-2008)]
 

El tigre
Manoa

Tigres

[Tigres]

 

El tigre

 

   Ya señorial, con su furor de tigre,

desconsolado ruge el sol de los trópicos,

esbelto, impávido, solemne,

enjaulado allá arriba,

yendo y viniendo con la vista fija

tras los barrotes de sus rayos.

 

    Va marcando sus huellas en toda nuestra tierra,

sobre la orilla de los ríos,

la retráctil retina de los hombres,

en las palabras y los verdes silencios.

 

    De casa en casa retumban sus rugidos,

parten las tejan, tensan los nudos

en la madera de los portones

hasta apagarse en los espejos solitarios.

 

    Hablamos, pero es él quien elige nuestras voces,

nunca da tregua,

clava su zarpa entre la  carne,

tratamos de espantarlo en sueño y en vigilia

y cuando muere alguno de nosotros

colocamos un cuchillo en su tumba,

ahumados lentes sobre los ojos

y el látigo de los domadores temerarios.

 

[Trópico absoluto, 1982]

 

 

π

Manoa

 

    No ví a Manoa, no hallé sus torres en el aire,

ningún indicio de sus piedras.

 

    Seguí el cortejo de sombras ilusorias

que dibujan sus mapas.

Crucé el río de los tigres

y el hervor del silencio en los pantanos.

Nada ví parecido a Manoa

ni a su leyenda.

 

    Anduve absorto detrás del arco iris

que se curva hacia el sur y no se alcanza.

Manoa no estaba allí, quedaba a leguas de esos mundos,

-siempre más lejos.

 

    Ya fatigado de buscarla me detengo,

¿qué me importa el hallazgo de sus torres?

Manoa no fue cantado como Troya

ni cayó en sitio

ni grabó sus paredes con hexámetros.

Manoa no es un lugar

sino un sentimiento.

A veces en un rostro, un paisaje, una calle

su sol de pronto resplandece.

Toda mujer que amamos se vuelve Manoa

sin darnos cuenta.

Manoa es la otra luz del horizonte,

quien sueña puede divisarla, va en camino,

pero quien ama ya llegó, ya vive en ella.

 

 

[Trópico absoluto, 1982]

 

π

 

 

Tigres

 

            A Yolanda Pantin

 

AUNQUE los contemplemos noche y día,

escribir sobre tigres nunca es fácil.

No pertenecen a la tierra,

son demasiado siderales.

 

Rugen aquí, pero el estruendo de sus ecos

resuena con más furia en otra parte.

De inmediato coliden nebulosas,

caen chispas, rocas, truenos amarillos

que en su piel graban rayas y relámpagos…

 

Aunque nos acerquemos con el látigo

del domador, bajo la carpa de algún circo,

escribir sobre tigres nunca es fácil.

Se ven allí delante y están lejos,

a muchos años luz de esta galaxia.

Después concluye el número, salimos

palmoteando sus cuerpos,

y al saludar en medio del asombro

estalla el júbilo al instante,

pero los aplausos se forman allá arriba,

en las constelaciones más lejanas.

 

[Fábula del escriba, 2006]

 

π

 

Tigres

 

                            A Yolanda Pantin

 

ENCARA QUE els contemplem nit i dia,

escriure sobre tigres mai no és fàcil.

No pertanyen a la terra,

són massa siderals.

 

Rugeixen aquí, però l’estrèpit dels seus ecos

ressona amb més fúria en una altra part.

Immediatament col·lideixen nebuloses,

cauen espurnes, roques, trons grocs

que graven en la seua pell ratlles i llampecs…

 

Encara que ens apropem amb el fuet

del domador, sota l’envelat d’algun circ,

escriure sobre tigres mai no és fàcil.

Els veiem allí davant i són lluny,

a molts anys llum d’aquesta galàxia.

Després s’acaba el número, eixim

picant de mans els seus cossos,

i en saludar enmig de l’astorament

esclata la joia a l’instant,

però els aplaudiments es formen allà dalt,  

en las constel·lacions més llunyanes.

 

 

[Traducció de Joan Navarro]

 

π

 

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