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[Juan Manuel Roca (Medellín,Colombia, 1946-)]

 

Arenga en el país incierto
Poema invadido por romanos

Poema con tigres

 

 

 
Arenga en el país incierto

 

Vengo a decir que tenemos por nación la lejanía; a nombrar talón en casa de Aquiles, pleamar en casa del ahogado, caballo de madera en la Troya del sueño.

Mi cabeza porta un gorro como Rembrandt aunque el gorro de Rembrandt haya tenido una mejor cabeza. Digo que se agota la eternidad en los salones y rugen hambre y olvido como el tigre de Blake.

Las calles duermen bajo lunas distintas y sólo las cruzan los cantantes clandestinos.

El señor K. es juzgado en mi país por pregonar el sueño y el de la larga figura por hacer pastar a Rocinante en zonas de riesgo. Y los poetastros. ¡Ah!, los poetastros se tratan con dignidades de Cónsul mientras afilan su lengua como la espada del Cid.

Vengo a decir que la muerte envuelve al país en piel de asno, y el alba tiene manchas rojas en su camisa blanca.

 

Para Stefanía Mosca

 

 

 

Poema invadido por romanos

 

Los romanos eran maliciosos.
Llenaron Europa de ruinas
Confabulados con el tiempo.
Les interesaba el futuro,
Las huellas más que las pisadas.
Los romanos, Casandra, eran mañosos.
No fraguaron el Acueducto de Segovia
Como un ducto de agua y de luz.
Lo pensaron como vestigio,
Como un absorto pasado.
Sembraron de edificios roñosos Europa,
De estatuas acéfalas
Engullidas por la gloria de Roma.
No hicieron el Coliseo
Para que los tigres devoraran
A su antojo a los cristianos,
Tan poco apetecibles,
Ni para ver ensartadas
Como entremeses del infierno
A las huestes de Espartaco.
Pensaron su ruina, una ruina proporcional
A la sombra mordida del sol que agoniza.
Mi amigo Dino Campana
Pudo haber saltado a la yugular
De uno de sus dioses de mármol.
Los romanos dan mucho en qué pensar.
Por ejemplo,
En un caballo de bronce
De la Piazza Bianca.
Al momento de restaurarlo,
Al asomarse a su boca abierta,
Encontraron en el vientre
Esqueletos de palomas.
Como tu amor,
Que se vuelve ruina
Mientras más lo construyo.
El tiempo es romano.

 

 

Poema con tigres

El tigre lleva en la piel los barrotes de su jaula
Eduardo Umaña Bernal

Siempre, entre el tigre y mi precaria humanidad,                                                                                                                                        
                                                      hubo una jaula.
A veces nos separaban los barrotes del zoo,
A veces las rejas que traman las palabras.
Ni el tigre de Blake,
Ni el tigre al que Valery llamó
Campo listado o cosa parecida, rugieron en mi tienda.
Ni siquiera el tigre de Borges
Cuyo lazarillo es la noche.
Menos aún el tigre de la Malasia,
El temido de Ishnapur,
El tigre de la aldea que se escondía en la niebla.                                                              

Mi tigre siempre fue tigre de papel.

Yo iba por las junglas del lenguaje,
Un pobre cazador dormido entre fogatas,
Alguien que seguía las huellas dactilares de la fábula.

De safari por la lengua esparcía trampas
Para atrapar la palabra tigre y amansarla.
A duras penas apresaba una dulce jaguaresa
En la floresta de letras de Horacio Quiroga.                                                     

Pero hoy vi tus pasos sigilosos,
Los vi en la algazara de los tucanes y los monos
Que señalaban en su alarma la dirección de tus garras.
Te ví junto al río y ya no hubo más jaula que mi miedo,
Tigre en libertad,
Flama en la noche de los sentidos.

 

[Pasaporte del apátrida,  Pre-Textos, 2012]

 

 

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