|  | Nos miran los aeropuertos, 
escudriñan, detrás de 
los visados nos registran el alma.
 Y a la misma 
pregunta incansable,
 cada cual 
con su gesto y su palabra,
 explica, 
narra, intenta
 hacerse 
comprender.
 Nadie deja 
por gusto sus raíces
 echándolas al hombro y caminando.
 -- Es que 
somos tan bandoleros como los 
terneros que piden leche.
 -- Es que 
aspiramos al derecho
 discrepante 
de la nube
 que adopta 
la forma que le place.
 -- Es que 
deseamos la libertad
 del viento 
en el espacio.
 -- Es que 
añoramos
 nuestras 
viejas costumbres.
 -- Es que no 
sé, no me hallo
 con tantos 
batallones.
 -- Pues mire 
usted, señor,
 queremos un 
vestido.
 -- Tenemos 
miedo
 a que nos 
vigilen las sombras.
 -- Me 
mataron a un hijo.
 -- Me 
dejaron sin nada.
 -- Es que 
nos parecemos.
 -- Es que 
traemos ríos ensangrentados
 y canciones 
de plomo.
 -- Es que 
somos tan sinvergüenzas
 que deseamos 
vivir,
 el instinto, 
ya saben.
 -- Yo 
deseaba escribir sobre los perros solitarios,
 me aburrían 
los discursos,
 no sé nada 
de política.
 -- Me ví con 
quince años
 abocado a 
las cuatro bocas,
 y dije: Yo 
me voy.
 -- Quería 
oír mis danzones,
 la sinfonola 
del amor.
 -- Ansiaba 
mi familia,
 estaba solo.
 -- Siempre 
fui como un tigre,
 no sé andar 
en manadas.
 -- Me 
llenaron las ventanas
 de desfiles 
militares
 y quise ver 
de nuevo
 detrás de 
los cristales
 el vuelo de 
los pájaros.
 -- Es que 
ya, ni en mi suelo,
 puedo tocar 
la Patria.
 -- No tengo 
comentarios,
 me queda 
allá un hermano, una sobrina,
 compréndame, 
mi hermano.
 -- No me 
sirven las boinas,
 ¿qué usted 
quiere?
 -- Es que 
creo en la tierra,
 y en 
ustedes, y en algo.
 -- Quería 
ver vidrieras,
 oír 
anuncios, olvidar tantos himnos,
 comprar en 
el mercado.
 -- Temí que 
si decía más palabras de la cuenta
 me iba a ver 
en la cárcel.
 -- No pude, 
compañero, con las colas,
 la libreta 
estatal del alimento,
 la nevera en 
mil pesos.
 -- No 
hallaba cochecitos para el niño.
 -- La receta 
del jugo de naranja
 se atravesó 
en mi pecho.
 -- Me quedé 
de repente sin amigos.
 -- Dios 
estaba expulsado,
 y me marché 
tras Él.
 -- Ya no 
podía convidar a nadie
 a cenar en 
mi casa.
 -- Me 
faltaban ganchitos para el pelo,
 creyón para 
los labios,
 café para 
las tazas, y pañuelos
 para decirle 
adiós a la mañana.
 -- Quería 
saber dónde andaban mis hijos,
 enseñarles 
la historia,
 tenerlos en 
la casa.
 -- Intentaba 
no más cepillarme los dientes,
 darme un 
baño diario,
 tener con 
qué lavar.
 -- Me cansé 
de guardar latas, botellas,
 y quise 
hacer mis cartas
 sin que me 
las leyera la censura.
 -- Mi 
hermano no me hablaba,
 me enterró 
con mi madre,
 pues no 
pensaba como él...
 -- Pensé que 
más allá de las fronteras
 existía la 
luz.
 -- Yo tuve 
un sueño
 y lo 
encontré manchado.
 -- Ví crecer 
la pobreza
 se me 
ahogaron, no más, las ilusiones.
 -- Si usted 
me comprendiera, amigo mío,
 ¡Ni 
preguntas que hacer!
 [Pura 
    del Prado] |  |