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[Miguel Labordeta]

 

Breve experiencia del soldado
Salutación al hombre en primavera
Segundo canto epilírico
U
n hombre de treinta años pide la palabra
Hermano hombre

 

 
 
  Breve experiencia del soldado  
  Esto es la vida: Vivir.
Pasear por azules mañanas
colegial de jardines y escarcha
rosa sobre los destripados caballos de cartón
traídos por el último nacimiento de los Reyes Magos.
Bucear el secreto de los sábados estremecidos
cuando las campanas invitan al sollozo de los escolares
que desconocen las largas listas de los ríos de Asia
y el azote inicuo de las reglas de tres.
Rasgar los velos que cubren
las misteriosas pupilas de los feroces cines.
Comidas-meriendas-desayunos
clases-enamoramientos de bebés-
soñar-soñar y jugar al fútbol furiosamente los domingos
correrías presurosas y alborotos
amistades y odios-ceros en álgebra
mi corazón crece y crece como mis piernas cada estío....
Clases-exámenes dulcemente
terribles: «¿Qué es el Tiempo?»
Dígame: «Tema número 11: La Conciencia».
Bañarse en los tibios sueños de papá
o en las primera playas de sensuales miradas transportes
y conocer ya en el olor de los parques
cuando viene el otoño profundo
a corromper la rosa lacia
que aquella linda compañera de estudios
llevaba sobre el seno dormido.
Llegar a ser oficinista-profesor-militar
o médico o tornero o mendigo de amor.
Mirarse en los espejos del laberinto
y no reconocer aquellos tigres suburbios
que entirándose indagan: ¿Quién soy yo?...
Pero el amor espera su hora ancha e ínfima
y el Mundo es un suave candor de cabellos castaños centellas
de dulces dientes labios encendidos
de orejas que se tumban
al ser ignoradamente acariciadas
puertas que se abren a lo lejos hacia el mar futuro
y donde un niñito vestido de marinero rubio
nos ofrece su simpático combate: «Papá... papá...»
¡Ah... ja... ja...! Correr... correr... (Ternura metalúrgica de política y de instantes).
Espabiladamente nos esperan vendimias ofuscables.
Los caballos no sacian. Existen pozo y púa
y letargos atardecidos en los patios roñosos
cuando azotan al hombre vendavales
de siesta sin espera.
Reanudar mil veces el sudor
de cada calavera de minuto.
Entrechocar mil veces en vasos de cerveza
indumentarias-amigos y centavos.
Voces de jefes-sermones de familia y consejos de ancianos
infidelidades-respetuosas presentaciones
intenciones monstruosas en la mente del corsario ojeroso
que duerme junto a mí y colapsos y trenes furibundos
y tropeles de madrugadas afilando nuestras arrugas
cada nueva fotografía.
Ha tronado la guerra quizá
y el asiento sobado de la oficina
quedó vacío ante la emisora loca
que vocifera movilizaciones.
Y heme aquí bajo las estrellas
con el costado de par en par abierto ya
a los siglos de la septicemia
ocupar mi última noche humana
en descifrar qué fue este tanto soñar realidades
tan breve-pavoroso-indigno de inaudita hermosura.
¿Cuál fue la adoración hambrienta de sus praderas oscuras
que lentamente me abandonaron más allà
de los nevados jardines de Navidad dulcísima
cuando la madre apagada besaba
su riente canción de cuna
sobre nuestro vientre queridito?
Y aquel jovial profesor fusilado
nos reúne a todos sus difuntos alumnos
para explicar su última teoría transgaláxica:
«Es todo sencillo... hijos míos... Sencillo y fácil».
Me olvidarán. Se morirán los que me olvidaron.
«Los trenes van a pasar sobre vuestros huesos,
hijos míos... Oid las risas ya de los que vienen a nacer.»
Aquel perro vagabundo-aquel mendigo astroso
a quien yo daba pan y zapatos en los portales
preguntarán por mí
y se sonreirán fastidiados.
«Un poco de paciencia... hijos míos...
contraed bien los músculos
para exhalar el último dardo
sin demasiado goce».
Surgen nuevas ciudades.
Las tempestades furiosas de los besos
asolan las llanuras con su agua indecente.
El último habitante de la Tierra
mira perplejo en su bolsillo roto
el difunto horizonte polar de la tiniebla.
Lentas fosas y serpientes de cáncer
me acuchillan-no dejan un trozo vivo de mi cuerpo.
Yo soy ya mi mismo.
Torno a las remotas moradas del diluvio.
Convivo con mis antepasados.
El Universo es una burbuja rota
una gruta que mana descendente
la maravillosa melancolía sin sentido.
Lentamente digo adiós a tanta fantasía
y resignadamente adopto una postura burguesa
para acabar confortablemente
como humilde gusanito filósofo
inventor de piedades.

[Transeunte central]

Δ

Salutación al pueblo en primavera

En tu luto descalzo en tu soledad de pan
Quiero hablarte pueblo mío mi pueblo
De hombres feos con temple de horizonte
Y un oculto bramido desgarrado de corazón de toro
Y desparramada fiebre carcomida
Bajo tanta bufanda rota tanta desgastada pana
Tanto lecho con chinches tanto sudor esclavo
Entre los días grises camino de la fábrica o del campo
Más allá de la muerte herido encadenado fustigado
Barrido por los soles los hielos el viento inmenso del oeste
Galopando por llanuras golpeando las fosas de adobes por siglos
Y entre minuto y tarde de viejo can en sueños
Los implacables plazos al exportador de turno
La graciosa novia que espera en los portales la anciana tía loca
Un padre embriagado los partos y las muertes
Que traen a los umbrales un sabor madrugado a cloroformo y rosas
La vida es eso: lo que acaso dicen los hijos pues que vienen
Los que se van algún hermano tísico primaveras que pasan por aceras y campos
Dejando en los pasillos un triste olor a hermoso bolsillo vacío a tibia mañana con un reloj parado
Y las lunas se extienden se derrochan ahorros tan pequeños
Y una posible tarde de agosto
Te abandonas cansadamente y sucio al margen de tus ríos.
Pero tu espesa pena no lloras
No la gimes la escondes con cólera y vergüenza
Con tu amor tan bueno allá en el fondo
Y tu mendrugo negro cotidiano
Y tu vieja chaqueta del oficio y el rostro de tu mujer enferma
Donde tiemblas de miedo y de deseo
Y la tasca con humo donde el rato te mata sin saberlo.
Quiero en los ojos pues mirarte
Contemplar tu alma sepultada como un león dormido
Apretar en la mía tu antigua mano ibérica
Señalar en mi sangre el fuego de tu origen
Unir a mi esperanza tu infortunio
Y escuchar la alegre valentía de tu gesto
La ternura cruel de tus canciones.
Ahora quiero hablarte pues mi pueblo pueblo mío
Desde el balcón de mi locura hablarte
Con mi espada en la mano
Con mis ojos de sacerdote y tigre
Hablarte en el saludo.
Ahora que estoy de pie
Y miro el porvenir tempestuoso de los hombres
Ahora que me siento atrozmente avergonzado
De que tú me amasaste gota a gota la sangre
Con un sudor de llanto y gloriosa fatiga apasionada
El vientre de la tierra y la entrega del mundo
Hacia un remoto cielo azul entre espigas
Alimentos recosidos pingajos migajas de penuria
Desnutridos villorrios quimeras para nadie

Olvidada muchedumbre de peones mortales
Recibe así mi humilde salutación de hombre
Al estallar la primavera
Por las amargas lenguas de mi patria.

[Epilírica (Los nueve en punto) Lumen, 1981 Barceona]

Δ


Segundo canto epilírico

Antiguo sacerdote de mis cielos secretos
Ebrio de mundo y de contrarias garras
Vengo a cantar el ensueño y el pan
Y a conducir a mi pueblo al horizonte.
Vengo a aclarar los sucesos del día
La breve gravedad de estos céntimos de vida
El nocturno temor de las heridas.
Vengo a silbar por las aceras como un tigre acosado
Como un corazón desierto con púas de ternura
Vengo a horadar la tortilla gris de los talleres
A beber en vaso derramado cuando amanece sangre
Y a mezclar en el sudor fornido de los destripaterrones
La libertad solar de mi justa intemperie.
Vengo a caminar abandonado con mi gloria y mis dientes
Y a esa masa de pena darle un nombre y la espalda
A esa masa de pena que asciende
Como un río de incendios sin zapatos
Hacia el oscuro morador de las ciudades
En el atardecer tan lindo.
Vengo con mi hueso cruel tardíamente
Profundamente vago a crecer como violenta aurora
Sobre lívidas auroras de escolares
Sobre sábanas tristes donde labios dulces de virgen
Escuchan aquel ojo de niño que gime hacia paloma
Donde las gentes mueren con dos lágrimas redondas
Donde se hace el amor tan ricamente y pasan los estíos.
Vengo pues de no se donde tejido por edades remotas
A cantar como sea por mares por ventanas por olvidos y trigos
Cumpliendo con mi instinto con mi gana traidora con mi risa y mi fuego
Cada lunes cada lunes dolorido bajo la lluvia sola
Mil años o al menos mil siglos
Vuelve a nacer mi sed a todo trance
Y sombras silenciosas de personas que aúllan y que amaron
Cruzan los gabinetes solitarios
Hacia el próximo aniversario de su total fallecimiento.

[Epilírica (Los nueve en punto) Lumen, 1981 Barceona]

Δ


Un hombre de treinta años pide la palabra

Ante la asamblea de hombres ilustres
Bajo el sol de este otoño dorado
Con paso quedo y en mis ojos de tigre la justicia
Sencillamente sin alharacas con lumbres apasionada presento mi denuncia.
Vengo a hablar en nombre de los que tienen treinta años
De los que desde la cumbre de su juventud perdida
Los restos del humano naufragio y el desorden del mundo
Y en nombre de sus traiciones muertas yo os acuso oídio bien a todos.
A vosotros: ancianos que os dormisteis en el vals indefinido del idiota progreso
Con un tufo burgués adocenado y falso y comíais chuletas bien sabrosas
Mientras bajo vuestros galanteos tantos aullaba ya la boa viscosa
De la lucha terrible y el hambre por las calles en llamas:
En nombre de mi generación yo os acuso.
A vosotros: hombres de la entreguerra
Que pisoteáis impotentes la sonrisa de un niño
Que quería nacer de tanta ruina ya
Que olvidasteis demasiado pronto el llanto de los soldados
Que bailasteis demasiado bajo las farolas borrachas de huelgas
El charlestón y el sintrabajo
Y que os regocijaba hasta el espasmo híbrido
La velocidad la prostitución la gran juerga social o totalitaria o aun parlamentaria democracia
Y qué sé yo cuántas cosas más en la media cabeza del fiero agente de negocios
Sin adivinar que las ciudades ofrecerían blancos tan hermosos
Tan concretos para que un obús perfecto de la supertécnica
Aplastara aquellas ilusas panaceas
En un charco de sangre donde iban a flotar pisoteadas
Vuestras violadas vírgenes entre billetes inútiles de banco
Y que en el reloj del escaso hombre
No quedaba ya sino una media hora de vida suficiente
Para fumarse un cigarrillo y yacer bayoneteado
Por las inmensas llanuras entre escombros de tanques:
En nombre de mi generación yo os acuso.
A vosotros: los poderosos energúmenos los grandes señores de la culpa
Los que con vuestra codicia más enorme aunque el cielo de tal hipocresía
Arramblasteis con la mejor rapiña en el río revuelto
Y que fuisteis para vuestros hermanos
Sino hoscos verdugos con sonrisa de lobo
Y una estela de odios encendidos dejasteis
Para mil años que vinieran y más:
En nombre de mi generación yo os acuso.
A vosotros: los universitarios sabios de la luna los artistas leprosos que fuisteis presa
Por cobardes nefastos insípidos
Por permitir que el espíritu fuera apresado como una zorra vil
En la trampa de los grandes capitanes de papel:
En nombre de mi generación yo os acuso.
A vosotros: los violentos los idealistas de la muerte
Los que sumisteis al mundo en un fragor de horrores
Creyendo crear un nuevo sol con vuestra pobre bola de sebo:
En nombre de mi generación yo os acuso.
A vosotros: los anónimos peones del salario misérrimo
Que os abandonasteis en el sopor brutal
Del vinazo y la patata cocida
A los que os entregasteis al fútbol y a los semanarios de crímenes
Para no pensar
A los estudiantes irresponsables que gritaban heridos sin saber por qué
A los pacíficos enclenques que cerraban sus anos ante tanto infierno
A los profetas de grandes paraísos de chatarra
A las mujeres sin vergüenza que no querían parir hombres
A los indiferentes que tan solo soñaron con sus bolsillos miserables
A los que con la flor en el ojal jugaron al ensayo
A los complejos sexuales a la pederastia
A la morfinomanía a la aventura política de porrazo y tente-tieso
Perdidos putrefactos podridos de civilización de asco de cine barato
Estuvisteis malditos estaréis corrompidos por los siglos de los siglos
Fuisteis rebaño propicio
Cuando llegó la gran merienda de los ultimatums
Lo mismo que lo seríais si tal momento llegara de nuevo como parece ser así:
En nombre de mi generación yo os acuso.
Pero fuimos aprendiendo vuestra lección paso a paso:
Cuando teníamos quince años cuajó en noches de terror y asombro inaudito
Entendiendo que ser hombre era estar dispuesto a sacar de la cama
A su hermano
Y asesinarlo cobardemente al borde de un camino
Cuando tuvimos veinte años supimos que era lícito todo
Hasta destruir millones de inocentes por el hambre y el fuego
Cuando teníamos veinticinco años conocimos también
Que el perdón es inútil y los sueños más nobles
Se pierden en le tiempo como un soplo de humo
Y ahora con nuestros treinta años hemos comprendido tantas cosas...
Tantas cosas que nos duelen duramente aquí dentro
Y que si tuviéramos que confesarlas moriríamos
De vergüenza y de rabia.
¡Ah! y de nuevo las bombas acechan nuestras pobres carnes maduritas
para sacrificamos junto a nuestros hermanos más jóvenes
a quienes damos la mano en la tiniebla que golpea las persianas
de los que están de pie con estatua de despiertos.
Por todo yo protesto. Yo os denuncio. Yo os acuso.
Cogeré mi mochila con mi cara de cura
Si me dejáis con vida
Y huiré a las sagradas colinas junto al mar inmensamente nuevo
A leer a mis poetas chinos preferidos
Y que el mundo tiemble por vuestros pecados y se arrase
Mañana por la mañana.

[Epilírica (Los nueve en punto) Lumen, 1981 Barceona]

Δ

Hermano hombre

¡Arriba hermano hombre!
¡Arriba sobre tus sueños de alegría despedazada!
Como un rayo asesinas las nadas circundantes
Y en un pozo de sangre ilusionas tus dones fracasados.
Todo es cielo en silencio. Tú sólo ruges.
Tú sólo ríes. Tú sólo lloras sobre el mar.
Nace la primavera otra vez para ti.
Y para que tú vengas
Se han hecho los abismos que en cada vida se crean
Y las noches terribles
En que una vez desolada
Nos advierte para siempre
Que nada importa ya.
¡Arriba esa mirada eterna
que desafía océanos impávidos de estrellas
y es capaz de enfrentarse
cara a cara
con la sorpresa de existir
en el inocente vértigo del tiempo!
¡Todo es quimera en tomo!
¡Todo es un tigre merendando
entre tumbas y olvido y viento y nubes!
Pero tu relámpago abraza las colinas
y es tu testuz altiva
Como mundos de asombro
La exacta demostración dolorosa
De que el infierno se ha hecho para ti
Y para que tú la violes sagradamente
De ahí a la vida esperando tus puños y tus besos
Y estelares nacientes prometidas
Surcando tu viejo corazón de niño navegante
Entre horas sin cerco y horas derruidas y amarguras proféticas
Moldeando en sollozos la aurora de dioses.
Triste es el fondo de tus ruinas pero un buzo celeste
Tú: hombre hermano maldito
Minero de ternura luchador sanguinario
Sin meta fija en las noches ardientes
Marcha busca acaricia mata
Ávido de esplendores dice la palabra
Y la tierra sabe de un sentido como espada
Y ya no es tan ciego el girar de los soles.

[Epilírica (Los nueve en punto) Lumen, 1981 Barceona]

Δ

 

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