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[Eduardo Lizalde (México D.F. 1929-)]

 

 

Algo sangra, el tigre está cerca.
Duerme el tigre

El cepo

El tigre

[O tigre]

 

El tigre en celo

El tigre es por genética condena...

El tigre real, el amo, el solo, el sol

El tigre ya está ahí

 

Entigrecido vuelvo a las cantinas

[Entigré je retourne aux bistrots]


Gunman

La tigra sólo alumbra, cada dos años

Me quedo, tigre solo, satisfecho
Oigo al tigre rascar
Pobre Desdémona
Que tanto y tanto amor se pudra, oh dioses...

Recuerdo que el amor era una blanda furia
Samurai
Tigre atrapado en la vitrina
 

 


 

 

 

El tigre en celo
es como un pozo de semen,
como un brazo de río:
más de cincuenta veces en un día
copula y se descarga largamente en la hembra,
como un cielo encendido en éxtasis perpetuo,
una tormenta de erecciones.
Y la hembra que aúlla o vocaliza
con su voz de contralto,
cómica y dolorosa,
pornográfica y mártir,
espera al tigre que la ronda sin tregua
como una tea, como un astro poseído e hirsuto.
Las fieras se acarician, Rubén,
bajo las vastas selvas primitivas.
Es el gran circo del sexo
en inconsciente y arrobada
soledad acróbata.
Al alba, cuando las bestias lujuriosas duermen,
parece oler a sexo, también a carne macerada,
en dos kilómetros a la redonda
y un resplandor ligero emana de ese olimpo
en que la prole
del que podría preñar en horas a doscientas tigresas
es grandioso rescoldo y ya se apaga
como un fuego de siglos,
cesa como un viento,
cede como un canto.

 

[Caza mayor, 1979]

 

 

Δ

 

 

El tigre

 

Hay un tigre en la casa
que desgarra por dentro al que lo mira.
Y solo tiene zarpas para el que lo espía,
y solo puede herir por dentro,
y es enorme:
más largo y más pesado
que otros gatos gordos

y carniceros pestíferos
de su especie,
y pierde la cabeza con facilidad,
huele la sangre aún a través del vidrio,
percibe el miedo desde la cocina
y a pesar de las puertas más robustas.

Suele crecer de noche:
coloca su cabeza de tiranosaurio
en una cama
y el hocico le cuelga
más allá de las colchas.
Su lomo, entonces, se aprieta en el pasillo,
de muro a muro,
y sólo alcanzo el baño a rastras, contra el techo,
como a través de un túnel
de lodo y miel.

No miro nunca la colmena solar,
los renegridos panales del crimen
de sus ojos,
los crisoles de saliva emponzoñada
de sus fauces.

Ni siquiera lo huelo,
para que no me mate.

Pero sé claramente
que hay un inmenso tigre encerrado
en todo esto.

 

[El tigre en la casa, 1970]

 

 

Δ

 

 

O tigre


Há um tigre em casa
que dilacera por dentro aquele que o olha.
E somente tem garras para aquele que o espia,
e somente pode ferir por dentro,
e é enorme:

maior e mais pesado
que outros gatos gordos
e carniceiros pestíferos
de sua espécie,
e perde a cabeça com facilidade,
fareja o sangue mesmo através do vidro,
percebe o medo até da cozinha
e apesar das portas mais robustas.

Costuma crescer de noite:
coloca sua cabeça de tiranossauro
em uma cama
e o focinho fica pendurado
para lá das colchas.
Seu dorso, então, se aperta no corredor
de uma parede à outra,
e somente alcanço o banheiro rastejando, contra o teto,
como que através de um túnel
de lodo e mel.

Não olho nunca a colméia solar,
os negros favos do crime
de seus olhos,
os crisóis da saliva envenenada
de suas presas.

Nem sequer o cheiro,
para que não me mate.

Mas sei claramente
que há um imenso tigre encerrado
em tudo isso.

 

Tradução:  Plinio Junqueira Smith

 

 

Recuerdo que el amor era una blanda furia
no expresable en palabras.
Y mismamente recuerdo
que el amor era una fiera lentísima:
mordía con sus colmillos de azúcar
y endulzaba el muñón al desprender el brazo.
Eso sí lo recuerdo.
Rey de las fieras,
jauría de flores carnívoras, ramo de tigres
era el amor, según recuerdo.
Recuerdo bien que los perros
se asustaban de verme,
que se erizaban de amor todas las perras
de sólo otear la aureola, oler el brillo de mi amor
- como si lo estuviera viendo.
Lo recuerdo casi de memoria:
los muebles de madera
florecían al roce de mi mano,
me seguían como falderos
grandes y magros ríos,
y los árboles –aun no siendo frutales-
daban por dentro resentidos frutos amargos.
Recuerdo muy bien todo eso, amada,
Ahora que las abejas
Se derrumban a mi alrededor
Con el buche cargado de excremento.
 

[El tigre en la casa, 1970]

 

 

Δ

 

 

Algo sangra, el tigre está cerca.


[El tigre en la casa, 1970]

 

Δ

 

 

Samurai

 

Sin que el tigre me advierta
logro entrar en la casa.
La fiera duerme:
eludo el charco de su baba negra.
En mi sigilo, soy invisible casi;
me he descalzado incluso
de las plantas del pie
junto al umbral.
La boa construida en aros de compacto silencio,
la nauyaca de vidrio lubricado,
son, junto a mí, el estruendo.


Pero el tigre adivina.
Como en la selva sola de estertores constantes,
de ruidos automáticos,
los ojos de sus víctimas
miran por él cuando se duerme:
                   ha descubierto mi presencia
                   en la intranquilidad traidora y cantarina
                   del canario.

 

[El tigre en la casa, 1970]

 

 

Δ

 

 

Oigo al tigre rascar.
Sonríe malignamente
y se agrietan los muros
- algún demonio hirviente
ha inundado su cuerpo
con pulgas de vitriolo-.
Es bestia fiel este rayado azote,
O mon cher Belsebuth, je t’adore:
Resguarda bien la casa,
Pero la cuida sólo
Para que nadie salga.


Reloj de furia el tigre
se desgarra a sí mismo
cuando está solo demasiado tiempo,
           y la materia de su vista
           no es la luz
           sino la sangre.

 

[El tigre en la casa, 1970]

 

 

Δ

 

 

Duerme el tigre.
La sangre de este sueño,
gotea.
Moja la piel dormida del tigre real.
La carne entre las muelas
requería mil años de masticación.


Despierta hambriento.
Me mira.
Le parezco sin duda un insecto insaboro,
y vuelve al cielo entrañable
de su rojo sueño.

 

[El tigre en la casa, 1970]

 

 

Δ

 

 

Tigre atrapado en la vitrina,
gime el mar
detrás de la ventana.
Se contonea y maldice y ruge
y se destroza contra los cristales,
sangra cuchillos al herirse
y grita y muge y silba y hace gárgaras.
Envuelve y cañonea con su ronquido,
tira zarpazos blancos,
y teje los mejores encajes pasajeros.
Se pone intolerable, aúlla, trota,
marcha, empuja, cae, destruye,
pero no le abrimos.


Más tarde,
cuando el sueño de ella
es como el pozo más profundo,
cuando sueña y me olvida,
abro la puerta
y miro cómo
la desgarra el mar.

 

[El tigre en la casa, 1970]

 

Δ

 

 

El cepo


Vacía la trampa de oro,
sobredorada –el oro sobre el oro-,
de esperar inútilmente al tigre.


Oro en el oro, el tigre.
Incrustación de carne en furia, el tigre.
Mina de horror. Llaga fosforescente
que atraviesa la sangre
como el pez o la flecha.
Rastro del sol.
La selva se ilumina, abre sus ojos,
Flores desprevenidas, crótalos dormidos,
ramas a punto de nacer,
libélulas doradas de por sí,
gemidos de cachorros,
se doran, se platinan.


Y el tigre pasa, frente a la trampa absorta,
amada,
y la trampa lo mira, dorándose, pasar;
la fiera huele acaso
la insolente carnada convertida en rubí,
lame sus brillos secos de aparente jugo,
pisa en vano el aterido
resorte de cristal o nácar
del cepo inerme ahora.


Escapa el tigre
y la trampa se queda
como la boca de oro
del niño frente al mar.
 

[El tigre en la casa, 1970]

 

 

Δ

 

 

La tigra sólo alumbra, cada dos años,
una alegre camada de tres o cuatro crías.
A veces la destruye casi a todas:
comparte con el tigre las carnes entrañables
de esos vástagos rubios, solares y graciosos
que pronto serían rudos comensales,
voraces compañeros
en la inconstante mesa selvática.
La tigra sabe
- su lógica está hecha de sangre, no de olfato-,
que todo se ha perdido para su dinastía.
Un cachorro, muy pocos sobreviven
al filicidio aséptico, ritual,
casi quirúrgico y casi gastronómico
para ser testigos, dejar rastro,
estar ahí cuando se cumpla la condena.

 

[Caza mayor, 1979]

 

 

Δ

 

 

Me quedo, tigre solo, satisfecho,
hambriento a veces,
aquí en esta cantina
donde el tiempo no pasa.
En esta misma mesa
de la cervecería La Curva
en que gastábamos
la quincena y el tiempo
mi amigo Marco Antonio y yo,
graves y grávidos poetas.
Pido cerveza. Escribo como entonces,
para qué,
unas líneas más o menos jocundas.
pero pienso en la muerte,
Un áspero humor sopla, corre como un frío,
Huele a tanino, como un tiempo fermentado,
un vino enfermo.
Comprendo que alguien me persigue,
alguien apunta,
alguno acecha, me caza,
venadea, tigrea, destruye.
Pido otra cerveza.

 


Δ

 

 

El tigre real, el amo, el solo, el sol
de los carnívoros , espera
está herido y hambriento,
tiene sed de carne,
hambre de agua.
Acecha fijo, suspenso en su materia,
como detenido por el lápiz
               que lo está dibujando,
trastornada su pinta majestuosa
                por la extrema quietud.
Es una roca amarilla:
se fragua el aire mismo de su aliento
y el fulgor cortante de sus ojos
cuaja y cesa al punto de la hulla.
Veteado por las sombras,
doblemente rayado,
doblemente asesino,
sueña en su presa improbable,
la paladea de lejos, la inventa
como el artista que concibe un crimen
                  de pulpas deliciosas.
Escucha, huele, palpa y adivina
los menores espasmos, los supuestos crujidos,
los vientos más delgados.
Al fin, la víctima se acerca,
estruendosa y sinfónica.
El tigre se incorpora, otea, apercibe
sus veloces navajas y colmillos,
desamarra
la encordadura recia de sus músculos.
Pero la bestia, lo que se avecina
es demasiado grande
-el tigre de los tigres-.
Es la muerte
y el gran tigre es la presa.

 

[Caza Mayor, 1979, en  AADD, Las ínsulas extrañas, Galaxia Gutenberg, 2002 ]

 

 

Δ

 

 

Pobre Desdémona

¡Oh, si las flores duermen,
que dulcísimo sueño!
                                                

Bécquer (naturalmente)

La espalda de esta luz
son esos sueños tuyos, amada,
que duelen al soñarse
y que hacen florecer las prímulas
y azahares en tus flancos.

Y caen del lecho moras
de grueso jugo, cuando sueñas;
y zarzarrosas crecen
bajo el cojín de pluma;
y tiernos gansos pican,
bajo el tálamo, hierbas prodigiosas
del sueño enternecido.

Despiertas luego: me miras,
descubres en mis ojos la muerte;
ves en mi mano flores
arrancadas al sueño que soñabas
y se deshacen lentas,
como el mundo del sueño
que pasa a la vigilia,
como el flotante polen
del jardín distraído
hacia los muladares.

Los pelos de la burra
en esta mano
que ha de cortar tu vida.

Vuelve a dormir, te digo,
en un dormir sin sueño
y sin campánulas.

Las flores se diluyen plenamente;
vuelven a ser remate de las telas.
Los gansos vuelan torpes hacia el azul del techo.

Las moras son tranquilas manchas
de sangre remolida
que el tigre deja ahora
al balancear su hocico.


Y ya no existe el sueño.

[El tigre en la casa, 1970]

 

 

Δ

 

 

Que tanto y tanto amor se pudra, oh dioses,
que se pierda
tanto increíble amor.
Que nada quede, amigos,
de esos mares de amor,
de estas verduras pobres de las eras
que las vacas devoran
lamiendo el otro lado del césped,
lanzando a nuestros pastos
las manadas de hidras y langostas
de sus lenguas calientes.

Como si el verde pasto celestial,
el mismo océano, salado como arenque,
hirvieran.
Que tanto y tanto amor
y tanto vuelo entre unos cuerpos
al abordaje apenas de su lecho, se desplome.

Que una sola munición de estaño luminoso,
una bala pequeña,
un perdigón inocuo para un pato,
derrumbe al mismo tiempo todas las bandadas
y desgarre el cielo con sus plumas.

Que el oro mismo estalle sin motivo.
Que un amor capaz de convertir al sapo en rosa
se destroce.

Que tanto y tanto, una vez más, y tanto,
tanto imposible amor inexpresable,
nos vuelva tontos, monos sin sentido.

Que tanto amor queme sus naves
antes de llegar a tierra.

Es esto, dioses, poderosos amigos, perros,
niños, animales domésticos, señores,
lo que duele.
 

[El tigre en la casa, 1970]

 

 

Δ

 

 

Entigré je retourne aux bistrots
- midi pétant enflamme le monde,
la terre dans cette jungle si éloignée de la mer,-
assoiffé de bière très froide,
et seul, comme le tigre à ces heures,
avec un cahier, un crayon à la main.
 

[La caza del tigre / La chasse au tigre, traduction de Denys Bélanger  Écrits des Forges 2003]

 

 

Δ

 

 

Entigrecido vuelvo a las cantinas
- el mediodia justo hace de fuego el mundo,
la tierra en esta jungla tan lejana del mar-,
sediento de cerveza muy fría,
y solo como el tigre en esas horas,
con un cuaderno, un lápiz en la mano.

 

[La caza del tigre / La chasse au tigre, traduction de Denys Bélanger  Écrits des Forges 2003]
 

 

Δ

 

 

El tigre ya está ahí

Blake lo sabía.

Se oyen sus pasos fuertes en la grama o la alfombra.

No hay nada que agregarle.

Es más que la literatura.

 

Su estampa queda grande a toda poética desdicha.

No admite glosa alguna,

no puede ser pintado sino como es,

y no hay fotografía que lo encarcele.

No hay variantes poéticas del tigre.

Sólo tigre es el tigre.

 

[Otros tigres, 1955]

 

 

Δ

 

 

El tigre es por genética condena

fotogénico, y realmente a morir;

asirio y estatuario,

puede permanecer dos horas, cuatro,

inmóvil y mirando como un greñudo sol

el infinito mundo volandero

que en torno suyo, gimnástico, se asombra.

Esfinge, monumento, posa magnífico,

espera siglos o milenios

sin que se extinga el fuego de sus ojos,

que llegue su pintor, lo alumbre el flash

de su fotógrafo oportuno.

  

[Otros tigres, 1955]

 

 

Δ

 

 

Gunman


A John Ford

 

El tigre es tema tan extensocomo el mulo
y siempre quedan mulo y tigre
para nuevos poemas.

El tigre, el gatillero,este gunman marcado
por cicatrices que en invierno escuecen,
padece la miseriade su altiva y delatora beldad.
Un astro, un Jesse James
que pasa por el pueblo:
todos le apuntan con el dedo y el rifle
antes que mate el primer sapo
de su desayuno hediondo.

 

 

Δ

 

 

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