Gato

 

Cómo pudo la bella forma sinuosa

tenerse en la penumbra de los cuartos,

descender del egipcio pedestal

hasta la humilde silla.

Miren respirar su altivez y su elegancia

sobre los frescos mimbres,

vuelto ahora el cotidiano misterio que espera

en el rincón insospechado.

Solo tú, Noche, devuelves majestad

a los ojos del vencido.

Quién imanta sus piernas cuando cae

–relámpago común, ágil escapista.

Quién lo hizo dócil a la mano en soledad.

Acaso Dios ensayaba al tigre.

Dónde pues, el gesto memorable

de los que adoran en la sombra de los siglos,

en las tardes atravesadas por el ibis;

sitio perdido ya en otro gesto de equívoca ternura

cuando leves lo espantan del sillón

y gato o caricia, la grácil forma se escurre

entre el calor y las cortinas

como una piedra sin sombra.

 

[Sergio García Zamora]     

 

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