XXIV

 

Tus dientes brillaban

en la oscuridad,

más abajo

del enigma de tus ojos

entrecerrados.

Sólo un cuerpo

puede morder

nuestras almas.

Y el mundo

es tan poco real

para la sed entera.

Por eso el tigre

se paseaba sin paz,

yo lo oí rugir

en el palacio vacío

de las interminables noches.

 

 

[H. A. Murena, Una corteza de paraíso (1951-1979), Editorial Pre-Textos, 2018 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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