(Sì come cieco va dietro a sua guida)
I
Como el ciego que busca
una rosa guiado por el tacto,
abro la puerta y me estremezco.
Sé
que intento despertar
a seres que no son ya de este
mundo
—las puertas, como los libros,
nunca
dan a la misma historia—; y el
amor
tiene la piel pautada como el
tigre? —imposible
cuando ha pasado?—, y como el
tigre, nunca
se va sin devorarte el corazón.
II
Parcos indicios. Débiles burbujas
que estallan entre el aire
y mi memoria, invocan las imágenes
que debían volver y sólo
reconstruyo
de esquirlas que los hados
seleccionan.
Trasunto
de aquel desconocido que me
espera,
entro con miedo en el provecto
espacio
que a sí mismo se imita,
y me sorprende su frescura añosa
de flor artificial —junto al amor,
todo ha cristalizado
en sistemas inertes.
A mi paso
por el agua estancada,
voy cosechando el fruto
de la imaginación —sentimental
y absurda salamandra.
Y me sorprendo dentro de aquel
tiempo
atrapado en el cáliz de una flor
carnívora —¿el recuerdo
nace o estaba aquí como un gusano
de seda tejiéndose a sí mismo?
III
Sobre la ira del metal, su rostro
de basilisco eleva
una canción de moda.
Y siento mi cabeza
vacía como un árbol cuya copa
agita el vendaval.
De aquellas viejas brasas no ha
quedado
ningún calor; el que hoy
experimento
sólo es un sucedáneo.
El estío no puede reproducir las
garras
del jaguar. Y la vida
miro a mi alrededor —muchachas
como
los maniquíes de un escaparate
me contemplan sin sexo—
con la extrañeza de alguien
a quien acaban de trasplantar el
corazón.
Γ
Herramienta
de tigres, emparentan
el alarido y
el amor.
Se cumple
en la piel su
destino.
Espalda
abierta
a la música;
piano frente al lago
de la
lujuria.
Extravagante
fósil,
desencadenador de la ternura.
Γ
|