Exculpa de la manzana

La soberana hermosura.

Calisto

 

La primera vez que te vi,

escupí en el metal frío del infortunio,

supe por fin lo que es la libertad:

para nacer no la tuve ni para escoger rostro y nación,

ni para obrar contra el gusano. Pero tú fuiste la escogida entre todas.

Y un gorrión ondeaba de entusiasmo.

 

La primera vez que te hablé,

desapareció un río lleno de velas blancas y ramos verdes

junto a amenazas tristes de fandangos.

Fabriqué los peldaños de mi historia,

me escondí en un amanecer recién hecho contigo.

No me importó la muerte porque quererte es conocer la muerte.

Y un almendro asentía a mi futuro.

 

La primera vez que te besé,

un óvalo no estuvo desocupado nunca.

El olor más sentimental no pudo coaccionarme.

Me ataste con lenguas invisibles

a la rota columna donde hay huellas morenas todavía.

Y una tormenta sonrió en las piedras.

 

 

La primera vez que toqué tus pechos,

interrogué en mis dedos a tus antepasados,

mis ojos transparentaron una cuesta de gracia infinita,

me convertí en el musgo orinal, en el asombro original,

tuvo sentido la palabra “siempre”.

Y otro se ensañaba con las sombras.

 

La primera vez que bailé contigo,

descubrí que vivir es olvidar lo que le sobra al día,

dejar al día exacto como un cuerpo a una senda.

Dialogué con la nube que en su majestad apenas nos soporta

y la frívola ortiga que domina en lo ido.

Y un jazmín gravitaba en luz de siesta.

 

La primea vez que estuve ausente,

los árboles eran raíces invertidas y yo la raíz del que amaba contigo.

No sirvió mi costumbre, equivoqué esquinas y óleos de antesalas.

Podredumbre me fueron los jóvenes y espléndidos vientres ilegales

entre los cuales germinó mi hastío.

Y una campana regresó a su torre.

 

 

La primera vez que te vi desnuda,

supe que una mujer es más que una apariencia preciosa.

Es el aire nocturno con su techo transparente,

es el barro heredándose,

es la llama anunciándose en el tigre,

es la lluvia mojándonos: primavera del ser.

Y una manzana anonadó a la nada.

 

[Manuel Mantero, Ya quiere amanecer (1974-1975)]

 

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