|
¡Avanti!
Si te postran diez veces, te levantas
otras diez, otras cien, otras quinientas:
no han de ser tus caídas tan violentas
ni tampoco, por ley, han de ser tantas.
Con el hambre genial con que las plantas
asimilan el humus avarientas,
deglutiendo el rencor de las afrentas
se formaron los santos y las santas.
Obsecación asnal, para ser fuerte,
nada más necesita la criatura
y en cualquier infeliz se me figura
que se mellan los garfios de la suerte...
¡Todos los incurables tienen cura
cinco minutos antes de su muerte!
¡Più Avanti!
No te des por vencido, ni aún vencido,
no te sientas esclavo, ni aún esclavo;
trémulo de pavor, piénsate bravo,
y acomete feroz, ya mal herido.
Ten el tesón del clavo enmohecido
que ya viejo y ruin, vuelve a ser clavo,
no la cobarde estupidez del pavo
que amaina su plumaje al primer ruido.
Procede como Dios que nunca llora;
o como Lucifer, que nunca reza;
o como el robledal, cuya grandeza
necesita del agua y no la implora...
¡Que muerda y vocifere vengadora,
ya rodando en el polvo, tu cabeza!
¡Molto Più Avanti!
Los que viertan sus lágrimas amantes
sobre las penas que no son sus penas;
los que olvidan el son de sus cadenas
para limar las de los otros antes;
los que van por el mundo delirantes
repartiendo su amor a manos llenas,
caen, bajo el peso de sus obras buenas,
sucios, enfermos, trágicos, sobrantes.
¡Ah! Nunca quieras remediar entuertos;
nunca sigas impulsos compasivos;
ten los garfios del Odio siempre activos
y los ojos del juez siempre despiertos...
¡y al hecharte en la caja de los muertos,
menosprecia los llantos de los vivos!
¡Molto Più Avanti Ancora!
Esta vida mendaz es un estrado
donde todo es estólido y fingido,
donde cada anfitrión guarda escondido
su verdadero ser tras el tocado:
No digas tu verdad ni al más amado,
no demuestres temor ni al más temido,
no creas que jamás te hayan querido
por más besos de amor que te hayan dado.
Mira cómo la nieve se deslíe
sin una queja de su labio yerto,
cómo ansía las nubes el desierto
sin que a ninguno su ansiedad confíe:
Maldice de los hombres, pero ríe;
vive la vida plena, pero muerto.
Moltíssimo Più Avanti Ancora!
Si en vez de las estúpidas panteras
y los férreos, estúpidos leones,
encerrasen dos flacos mocetones
en la frágil cárcel de las fieras:
No habrían de yacer noches enteras
en el blando pajar de sus colchones,
sin esperanzas ya, sin reacciones,
lo mismo que dos plácidos horteras;
Cual Napoleones pensativos, graves,
no como el tigre sanguinario y maula,
escrutarían palmo a palmo su aula,
buscando las rendijas, no las llaves...
¡Seas el que tú seas, ya lo sabes:
a escrutar las rendijas de tu jaula!
Δ
¿Flores a mí?
I
Ayer me diste una flor,
una flor a mí, señora,
que no consagré una hora
ni al más poderoso amor.
¿Flores a mí? ¡si es mejor!,
en un páramo arrojarlas,
o tú no sabes amarlas,
o al sentir mi pecho yerto,
sobre la tumba de un muerto,
has querido abandonarlas.
II
¿Flores a mí? ¿tú no sabes
de esos parajes que aterran,
donde las flores se cierran,
dónde no cantan las aves?
Las más orgullosas naves
temen del mar los furores,
los tigres devoradores
huyen del simún airado
¡y tú en mi pecho has dejado
tan sin recelo tus flores!
III
¡Flores a mi! puede ser
que desalmada y celosa,
buscaras la más hermosa
con tu instinto de mujer;
Y haciéndole comprender
yo no sé qué gentileza,
con refinada fiereza,
con el más profundo encono,
la bajaste de su trono
por castigar su belleza.
IV
No lo sé, linda mujer,
ni quiero saberlo todo;
me contento con mi modo
de saber y no saber.
Pero si quieres tener
la realidad en tu mano,
te diré, sin ser un vano,
que si te movió el amor
¡la flor ha sido una flor
que fue destronada en vano!
Δ
Sepulcros blanqueados
¡Qué! ¿No tienes amigos amables
que te ponen el pie cuando pasas,
ni jamás un gorrión de tus migas
llamándote padre, rajó tus espaldas?
¡Qué! ¿No venden los grandes hermanos
a sus grandes hermosas hermanas
y los grandes maridos no suben
después que sus honras bajaron muy bajas?
¡Qué! ¿Dirás que tus niños de cera
no son tigres cachorros que lactan;
que tus laxos efebos no sufren
vigilias perplejas, insólitas ansias;
que tu joven doctor, -ese mismo
que modelan masaje y gimnasia-,
siente claro, vivaz, fulminante
cualquier resorte maestro del alma?
¡Qué! ¿Dirás que tu guante de Suecia
diez pulidas ganzúas no envaina?
¿Qué tu sacro cerebro de Newton
no vibra quién sabe qué celdas nefandas?
¡Qué! ¿Dirás que mi firme cuchilla
cuando hiere las carnes del paria,
porque bruñes tu piel con gamuza
no hiere tu propia, tu misma carnaza?
Δ |
|