Agua de mí mismo
Esta herramienta de soledad
que es mirarte justo antes de amanecer
deslíe la espada que llevo en el alma,
la furia de violín azul
del amor que desconozco.
Cuando estoy solo, sólo soy tu nombre
y me haces nostalgia,
una pequeña pena sencilla.
Estoy hablándote
a la gran oreja del firmamento
con su doble fondo de augurios
y es que hasta con la tristeza
se pueden hacer pasteles,
silenciosos pasteles de peluche invisible.
Cuanto me gustaría palparte,
plegarme a ti como una ola,
presentarte a los amigos.
Quiero buscar quien te ame
una compañera en 'uve' de pájaro,
saludable como un reloj,
plena como una marea,
de una belleza lluvia
y que no pueda morirse jamás
como el agua de los chorros.
quiero buscarte algo rojo chiquito,
una miniatura incandescente
que sepa apagar esta lágrima.
Yo tuve un dormitorio con sirenas
y un rebaño de gnomos
con sus números de teléfono
en el orden alfabético de sus formas
de sentarse en mis rodillas.
Por eso,
quiero conseguirte una fe de cuarzo,
algo en cuarto creciente continuo,
la casita junto al mar que tanto deseas
y el futuro a alboroto de niños riendo
en el cuenco aguacate de la sombra.
En aguaceros te sucederá lo imposible,
voy a encargarme de inyectarte
el motor poderoso de las avispas,
me haré antorchas
y puedas ver en cascada
el tallo mujer de la sorpresa.
Yo bajaré a tu sed
con mi brújula de rocío
a humedecer la comisura de tu lamento;
no quiero que seas antes de la claridad,
nunca antes de la fragancia.
Primero levantaré
mi ceremonial de tigres y sedas;
depositaré un pétalo en cada cosa
y sobre cada pétalo
una gota de agua de libertad;
invocaré poderes que no me corresponden
y en una nueva forma de sueño
dentro de lontananzas infinitas
encontraré quien te ame.
Yo, volveré cualquier amanecer,
te llamaré por mis adentros sin luz
como obscuros toriles de vagina.
Tú, brotarás de mí, recién como un río,
allí estará quien a amarte acuda.
Y yo, me llevaré la muerte
[Álvaro
Perdigón Delgado]
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