Homenaje a Vietnam
Tigres y dragones acechan este sueño. Cigüeñas y tortugas traen mensajes del cielo. La bruma azul ha construido las doradas pagodas -ocultas por torrenciales diluvios-, en los peñascos de las glaucas colinas a la orilla del fértil Mekong.
Levantamos los familiares cementerios en los campos de arroz, para mantener juntos nuestros espíritus, para mantenernos felices.
Calafateamos nuestros botes-cesta, y en el día de los reyes Hung vamos a esa fábrica de sueños, donde las acuáticas marionetas nos recuerdan el triunfo del hombre sobre las adversidades.
Los rezos y las ofrendas están en los altares. El incienso escala el éter cerúleo con nuestras oraciones, sube juguetón con nuestras peticiones.
Todo nos lo brinda el río. Los flotantes mercados se apiñan en las orillas. Las verduras, el marisco y las verdes papayas impregnan con su olor estas riberas.
El loto rosado de la carne -corona carmesí- permanece constante. Los nenúfares y la mágica luz, con un peculiar sabor a flautas de bambú, brindan un nuevo amanecer: La neblina flota sobre los campos de arroz.
El agridulce tamarindo: Un temblor que recorre la lengua.
La guerra es un oscuro fantasma, que a veces asoma su careta, ya vencido; un hórrido flash back, que tratamos de olvidar, en el trajín diario entre hierbas medicinales y jengibres.
[Edgar Ramírez Mella]
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