Sobre una fotografía de Ezra Pound
Aquí está el rostro, aquí sus ojos, carbones

Encendidos sobre aquel mar de arrugas, el poeta

Marcado por la vida. Su barca al fin ha llegado a Venecia.

No es Ulises ni existe Penélope alguna que lo espere,

La injusticia y la burla ensordecieron los ladrillos,

Esa sombra de música en el agua.

¿Quién cantará, quién trovará ahora que la noche desciende?

Frágil es el mármol y desposeído de la Gracia antigua;

El viejo mira el mar, los malecones solitarios donde antaño

Lo tentó la belleza, llamaradas en el corno de las sirenas.

¿Pero no estuvo allí? Tigre en la jaula sórdida

Por días y por noches devorado de sed, acosado en la luz

Cruel del neón. ¿Traidor a qué? La Usura reptando,

Dando a la flor de plástico el perfume sintético.

¡Pestilencia¡ ¡Chatarra!... Allá lejos en Pisa... ¿Quién recuerda?

Amarga es la injusticia y a quien toca lo marca para siempre.

Quizá fuera su error encontrar la armonía

Y quebrar los prejuicios en las propias espaldas, porque duele

Saber que somos sólo aquello, un hombre que camina,

Raíz en el caldero de la locura donde Confucio

Y Cavalcanti y Duccio son letras ilegibles en la oscura pizarra.

¿Dónde está el mar que amabas? Orgulloso, viejo Ezra,

Recoge en tus oídos las cálidas preguntas coloreadas

De sol, entreabre ahora tu arrugada palma donde las líneas arden

Como en los condenados al tormento. Hemos llegado al fin

De todos los caminos: no hay preguntas ni esfinges.

¿Para qué los poetas? ¡Aquí está el huracán!

[Ludwig Zeller]

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