Centauros de libertad

En forma especial para Ernesto que tuvo que dejar este bello país.

Ya se oyen los corceles en ignotas lejanías
ya Júpiter desciende desde la eternidad
ya vienen los centauros con mucha valentía
a lograr la conquista de nuestra libertad.

Bajo el cielo azul que Dios creara un día ,
en medio de la sabana de gran inmensidad,
habita el llanero con garza de compañía,
que vuelan tras sus huellas hasta la eternidad.

El llanero es altivo de su casta mestiza ;
de indio, de alemán, de negro y de español
fundido en la fragua bajo choza pajiza,
luce su tez morena tostada en un crisol.

Su nervio tiene el temple de la raza bravía ,
que cambiara lo estéril por la fertilidad
y en su sangre él lleva la propia bizarría
de hombre orgulloso, honesto y de amistad.

Recorre la llanura con sus bellos paisajes ,
sin ninguna atadura en plena independencia,
y doma toros bravos sobre potros salvajes
sin soportar cadenas o alguna dependencia.

Sobre le lomo de caballo con una lanza en ristre ,
se unió en Casanare a Juan José Rondón;
combatió en las Queseras como toro que embiste
junto al "León de Apure" en invicto escuadrón.

Cuando Páez gritara "¡Escuadrón vuelvan caras!" ,
ciento cincuenta indómitos pararon hasta el sol;
el adversario sucumbió pringado por las lanzas
y al terminar la tarde fulguró el arrebol.
La luna roja apareció con cara enamorada,
de héroes a caballo que ganaron la batalla,
porque Morillo creyó en tropa derrotada,
sin saber que al llanero no arredra la metralla.

En ese campo quedaron en brazos de la victoria
el Cabo Manuel Martínez y el Sargento Mujica
que entregaron la vida para llenarse de gloria
defendiendo una causa que se creyera mítica.

Después de varias batallas con patriotas en destierro
que habían bajado de los Andes con el corazón en llamas,
Bolívar hace la unión e instala el Congreso
y en Angostura lanza su admirable proclama. (...)

Mientras la sangre corría por montañas y por Valles
las "Aguilas de los Andes" se anidaban en Manare
para que ríos, arenas y las olas de los mares
no se tiñeran de rojo con la sangre de la madre.

Confundidos en un ser y como en leyenda griega ,
en Tame se reunieron los centauros indomables,
que escribirían luego las páginas de la historia,
y que a la Patria dejaran unas huellas imborrables.

Allí llegaron lanceros, veteranos más temibles
unos venían de Apure, otros venían de Arauca ;
de las montañas llegaron unos guías invencibles
que señalarían caminos a la libertad de América.(...)

Al pensar en un Ejército con Santander de vanguardia,
Bolívar vio la victoria en la punta de las lanzas
sabía que un llanero no iría a retaguardia,
y que lucharía con fe, con honor y con pujanza.

Por estar acostumbrado a luchar con valentía,
contra el caimán, contra el tigre, con el invasor extraño
se decidió la campaña y también la travesía,
en el invierno más crudo que creció ríos y caños.

Con el agua a las ijares y con poca vestidura,
los llaneros dominaron la fuerza de la naturaleza;
ayudaron a cruzar a infantes la llanura
sin mostrar jamás cansancio, apatía o pereza.

El calvario del llanero se inició en el ascenso ,
en la empinada cuesta que iría hacia la gloria;
de Pore a Socha murieron los centauros en silencio
que no pudieron gozar las mieses de la victoria.

En el Páramo de Pisba se escasearon los pertrechos,
los vestidos, los caballos, los ganados y alimentos
muchos quedaron a pie con los cuerpos muy maltrechos
más prometieron pelear hasta perder los alientos.

Al llegar al altiplano con los cuerpos tan desnudos ,
los llaneros recibieron el apoyo de los patriotas,
sus pechos se acorazaron como si fueran escudos
y juraron continuar sin volver a ser ilotas.

A campamentos llegaron todo tipo de corceles ,
el de sangre, el de carga, el de tiro, el de paso,
los más briosos ejemplares que habían en los corrales
y aquel hermoso zaino enviado por los Velazco.

Volvieron a ser centauros los jinetes afligidos
que habían perdido el jamelgo a lo largo del camino ;
se retornó a los ataques a los ardides y engaños,
se volvió a oír el cuatro, las maracas y el requinto.

En Soatá llegó la muerte a uno de los mejores
al héroe que en el trabuco una frase había escrito;
"Soy de Ramón Nonato Pérez para matar españoles"
la cual se cobró con sangre al autor del desatino.

Al conocer la noticia del movimiento de Barreiro ,
Santander envío lanceros con táctica dilatoria,
con la intención de parar aquel enemigo fiero
y esperar el acople con el genio de la gloria.

En Gameza conocieron la fuerza del adversario ,
que fortificado estaba en la orilla opuesta;
pensaron que el ardid era lo más necesario,
para fijarlo al terreno y caerle por la espalda.

Bolívar cambia de rumbo con la mira en unas palmas
que a lo lejos se divisan cerca de Bonza y Paipa
y se decidió atacar en la Hacienda de Los Várgas
al grueso del primero del Rey y batallones de Numancia.

Después de cruzar el río en improvisadas balsas
Bolívar manda ocupar las principales alturas ,
sin saber que a la herradura que bordea la comarca
se habían enviado tropas y estaban vigiladas.

El ataque fue feroz en aquella encerrona ;
con un obstáculo atrás que se convirtió en muralla,
pareció al Libertador el triunfo de la Corona
que hasta llegó a exclamar: ¡Se perdió ésta Batalla!.

Rondón que estaba montado y afilando su asta
le respondió de inmediato "Mis jinetes no han peleado"
Bolívar contestó "Coronel salve usted La Patria" ;
y salieron los catorce con un aire endemoniado.

A su paso arrasaron lo que se les interpuso al frente ;
ocasionando desconcierto y muchas bajas materiales;
más la grandiosidad del hecho y que tenemos presente
fue la victoria mental con consecuencias morales.

La inmensidad del choque contra cinco mil no cuenta;
fue el derrumbe del espíritu del que defienda el Cangrejo
por la imprevista aparición de una carga violenta
y que dejara en el campo al Realista perplejo.

Al final de la Epopeya en medio de la apoteosis
un centauro se marchó desde Várgas hasta el cielo
fue Inocencio Chincá que no aceptó la parálisis
de su caballo alazán y su músculo de hierro.

Si yo volviera a nacer y tener una esperanza ,
quisiera que e parieran en mi tierra colombiana;
que me dieran un caballo, una espuela y una lanza
para unirme a los centauros de tierra Venezolana.

                                                                                       [Héctor Corredor]

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