marti
[José Martí]
Canto de otoño
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Tábanos fieros | ||
¡Venid, tábanos fieros, Venid, chacales, Y muevan trompa y diente Y en horda ataquen Y cual tigre a bisonte Sítienme y salten! ¡Por aquí verde envidia! Tú, bella carne, En los dos labios muérdeme: Sécame; ¡mánchame! ¡Por acá, los vendados Celos voraces! ¡Y tú. moneda de oro, Por todas partes! ¡De virtud mercaderes, Mercadeadme! Mató el. Gozo a la Honra: Venga a mí, ¡y mate! Cada Cual con sus armas Surja y batalle: El placer; con su copa; Con sus amables Manos, en mirra untadas, La virgen ágil; Con su espada de plata, El diablo bátame: ¡A espada cegadora No ha de cegarme!. Asorde la, caterva De batallantes; Brillen cascos plumados Como brillasen Sobre montes de oro Nieves radiantes; Como gotas de lluvia Las nubes lancen Muchedumbres de aceros Y de estandartes; Parezca que la tierra, Rota en el trance, Cubrió su dorso verde De áureos gigantes; Lidiemos, no a la lumbre Del sol suave, Sino al funesto brillo De los cortantes Hierros; rojos relámpagos La niebla tajen; Sacudan sus raíces Libres los árboles; Sus faldas trueque el monte En alas ágiles; Clamor óigase, como Si en un instante Mismo, las almas todas Volando ex-cárceres Rodar a sus pies vieran Su hopa de carnes; Cíñame recia veste De amenazantes Astas agudas; hilos Tenues de sangre Por mi piel rueden leves Cual, rojos áspides; Su diente en lodo afilen Pardos chacales; Lime el tábano terco Su aspa volante; Muérdame en los dos labios La bella carne; ¡Que ya viene, ya vienen Mis talismanes! Como nubes vinieron Esos gigantes: ¡Ligeros como nubes Volando iránse! La desdentada envidia Irá, secas las fauces, Hambrienta, por desiertos Y calcinados valles, Royéndose las mondas, Escuálidas falanges; Vestido irá de oro El diablo formidable, En el cansado puño Quebrada la tajante; Vistiendo con sus lágrimas Irá, y con voces grandes De duelo, la Hermosura Su inútil arreaje; Y yo en, el agua fresca De algún arroyo amable Bañaré sonriendo Mis hilillos de sangre. Ya miro en polvareda Radiosa evaporarse Aquellas escamadas Corazas centellantes: Las alas de los cascos Agítanse, debátense, Y el casco de oro en fuga Se pierde por los aires. Tras misterioso viento Sobre la hierba arrástranse, Cual sierpes de colores, Las flámulas ondeantes. Junta la tierra súbito Sus grietas colosales Y echa su dorso verde Por sobre los gigantes; Corren como que vuelan Tábanos y chacales, Y queda el campo lleno De un humillo fragante. De la derrota ciega Los gritos espantables Escúchanse, que evocan Callados capitanes; Y mésase soberbia El áspero crinaje, Y como muere un buitre Expira sobre el valle; En tanto, yo a la orilla De un fresco arroyo amable, Restaño sonriendo Mis hilillos de sangre. No temo yo ni curo De ejércitos pujantes, Ni tentaciones sordas, Ni vírgenes voraces: Él vuela en torno mío, Él gira, él para, él bate; Aquí su escudo opone; Allí su clava blande; A diestra y a siniestra Mandobla, quiebra, esparce; Recibe en su escudillo Lluvia de dardos hábiles; Sacúdelos al suelo; Bríndalo a nuevo ataque. ¡Ya vuelan, ya se vuelan Tábanos y gigantes! Escúchase el chasquido De hierros que se parten; Al aire chispas fúlgidas Suben en rubios haces; Alfómbrase la tierra De dagas y montantes; ¡Ya vuelan, ya se esconden Tábanos y chacales! Él como abeja zumba, Él rompe y mueve el aire, Detiénese, onda, deja Rumor de alas de ave; Ya mis cabellos roza; Ya sobre mi hombro párase; Ya a mi costado cruza; Ya en mi regazo lánzase; ¡Ya la enemiga tropa Huye, rota y cobarde! ¡Hijos, escudos fuertes, De los cansados padres! ¡Venga mi caballero, Caballero del aire! ¡Véngase mi desnudo Guerrero de alas de ave, Y echemos por la vía, Que va ese arroyo amable, Y con sus aguas frescas Bañe mi hilo de sangre! Caballeruelo mío! Batallador volante! Canto
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