Neurosis | ||
Noemí,
la pálida pecadora de los cabellos color de aurora y las pupilas de verde mar, entre cojines de raso lila, con el espíritu de Dalila, deshoja el cáliz de un azahar. Arde a sus plantas la chimenea donde la leña chisporrotea lanzando en tono seco rumor, y alzada tiene su tapa el piano en que vagaba su blanca mano cual mariposa de flor en flor. Un biombo rojo de seda china abre sus hojas en una esquina con grullas de oro volando en cruz, y en curva mesa de fina laca ardiente lámpara se destaca de la que surge rosada luz. Blanco abanico y azul sombrilla, con unos guantes de cabritilla yacen encima del canapé, mientras en la tapa de porcelana, hecha con tintes de la mañana, humea el alma verde del té. Pero ¿qué piensa la hermosa dama? ¿Es que su príncipe ya no la ama como en los días de amor feliz, o que en los cofres del gabinete ya no conserva ningún billete de los que obtuvo por un desliz? ¿Es que la rinde cruel anemia? ¿Es que en sus búcaros de Bohemia rayos de luna quiere encerrar, o que, con suave mano de seda, del blanco cisne que ama Leda ansía las plumas acariciar? ¡Ay! es que en horas de desvarío para consuelo del regio hastío que en su alma esparce quietud mortal, un sueño antiguo le ha aconsejado beber en copa de ónix labrado la roja sangre de un tigre real. [Julián del Casal] |
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