Brecht

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[Luis Benítez (Buenos Aires 1956- )]

 

Behering

Donde queda la memoria

La patria la poesía

Ah, pequeños cazadores del día

Dientes de sable

Los leopardos


 

 
Behering

En cada uno de ellos era muchos un hombre.
Eran más todavía. Traían la industria de las armas
y el reno rojo, como un bosque ondulante
y detrás el lobo que, en una mañana ya añejo,
sería el perro de la hoguera y de las sobras,
el sirviente blanco.
Eran muchos, no un hombre.
Vagos sus nombres
se referían al viento y a los tótems,
a un hecho que pasó en un nacimiento,
el deshielo que ahogó
o el meteoro fugaz que ardió en la tundra
o la muchacha audaz que en mar abierto,
salvó a su hijo de la cólera brutal de la ballena.
Sus dioses eran el salmón
que cada año retorna como el año
y que va al mar y el oso pardo,
una montaña que muge
y que el filo de lanza abate,
y el pesado bisonte y el tigre rayado,
que se quedó en Siberia
y que la manta del navajo evoca:
extranjeros, ellos serían América,
la múltiple figura que no supo Balboa y que Pizarro
abandonó a la imaginación de un franciscano.
De hueso, no de madera y de noche
serían sus dioses ni de la piedra
que labran los pueblos de una tierra supuesta,
entre la niebla de sus transmigraciones.
Eran crueles y antiguos como el Asia;
fundarían imperios en la aurora y en México,
reinos en Bolivia, fortalezas
donde un signo inequívoco mostrara
la voluntad de estos dioses:
un águila en el aire arrebatando la serpiente,
un árbol singular, como un recuerdo
de las llanuras heladas y el Mar Blanco,
que ya sólo evocaban los viejos moribundos
y el Sueño, que es eterno.
Alzarían Tenochtitlán, el Cuzco
y el enigma silencioso, Tiahuanaco,
en la isla de Pascua graves rostros
que contemplan todavía su gran marcha;
otros, sin embargo, volverían
al corazón de las selvas y al olvido,
como los muertos al pasado,
al país de la cuna y de las tumbas.
Mañana, todavía, aún faltaba,
nuevos extranjeros alzarían
ferrocarriles, calles, edificios,
calendarios regidos por el sol y no la luna,
venidos de otros Beherings y otras fechas,
en nuestras claras ciudades, oh ingenuas tierras,
seremos siempre dobles:
uno solo y muchos, hombres de ninguna parte.

 

[Poemas completos (1980-1989)]
 

Δ

Donde queda la memoria

 

Donde queda la memoria,

ese alegre mediodía encinto o lúgubre gobierno,

danza la primera mañana del mundo todavía,

hay pisadas de ruedas toscas

en un llano que ocupan ahora las montañas,

un milagro que asombra y abriga y calma.

Una libélula que teje amorosamente el aire

reconstruye la invisible historia;

como en tus ojos, las iniciales alas

relumbran en el aire de un antaño primero,

con experimentos de peces y ensayos de serpientes,

con proyectados tigres que bramarían luego, reales,

en la noche. Y ni un ojo,

ni un ojo, ni los tuyos,

para ver en los verdes pantanos

el vuelo de los reptiles

con su membranosa esperanza

y sus escamas verdes,

ni a los primeros inquilinos

del hospicio marino en lo profundo.

Nada: ni el asomo de la huella de una mano

en las húmedas rocas de la orilla

ni la planta de un pie en el cieno

donde crecían arbustos musicales.

Barro y cielo y agua

y la natural sencilla respiración de las cosas:

la novedad de las cortezas arrancadas por el viento

ocupaba, por sí sola, entera tarde.

Entre los álamos pasaba desnudo

el frío que era joven sobre el mundo,

sin saber que era como éste, pausado, de noviembre.

El infinito espacio de los valles

donde la luna entera podía suicidarse,

garzas y nubes que subían de la ciénaga

y el grito último de un pesado animal

que moría en lo alto y denso de la selva, noche del mediodía,

y renacía sin saberlo entre los matorrales bajos.

Los gruesos lagartos como edificios vivos en una pesadilla,

oh cotidiano milagro de esas macizas formas

que elevaban sus ojos niños a la bóveda

buscando la explicación del sueño,

oh la temprana marcha de los mil rastros bajo las piedras,

apenas el ocaso resucitaba a la escolopendra de boca mortal

y los mosquitos daban su viviente alfabeto

a las orquídeas blancas,

ah la caricia de la carpa cazando bajo la superficie

y la acechanza del pez-tigre entre los mangles;

bellas y tenebrosas bajo el agua hirviente del mediodía

las algas ocultaban una ya podrido becerro muerto al alba.

Y la hormiga de fuerza prodigiosa inclinaba

los bejucos para su nido colgante

y se enfrentaban furiosas

dos encendidas creaciones bajo una piedra chata.

Y la noche, la noche de donde surgieron todos

corría sus naves y constelaciones

para el paso de los bellos asesinos de la garra,

errantes e invisibles por la meseta baja.

Lo que seriamos vagaba sin lugar todavía

como un vapor inteligente sobre el mundo.

Y un salto, un grito de labios teñidos por la hierba,

una sentencia manchada que besaba un cuello para siempre

desplegaba de nuevo la mañana.

 

 

[Poemas completos (1980-1989)]

 

Δ

 

La patria la poesía

 

I

 

antes el día y la noche eran el mismo lugar

vida y muerte juntas en sus nacimientos

el tigre y la paloma el mismo animal

todo era igual a su vecino

como la piedra es aún a la montaña

el hombre tajeó el mundo

y salieron de sus moldes los pedazos vivos

el hombre cortó los lazos

cuando todavía del cielo y de la tierra

bajaba y subía con indiferencia el sol

para la poesía es componer los lazos

armar de nuevo el mundo sin atrás ni adelante

abolir el tiempo

la poesía viene al hombre por remordimiento

la poesía viene al hombre por memoria

aquí delante mío había un lazo que me unía con los dioses

(todos los dioses son el rompecabezas de Dios)

y era uno con los elementos

y era a la vez el perseguido

y quien le sigue los pasos

todo y yo nos perseguíamos en círculo

trazando en amplias espirales

el sagrado dibujo de los días multiplicados

todavía en ciertos lugares

en ciertos hombres en ciertas noches

yo percibo restos de los lazos flotando ante mis ojos

la poesía le opone al hombre su condición

la poesía su patria su escalera

 

II

 

y bien allí están las palabras en ese diccionario

abrazadas juntas reunidas como hojas de un árbol

sin diferencia alguna a la espera del soplo

como esperaba el barro y también están

detrás de esa puerta afuera colgando de las gentes

como trenzas de algas saliendo de sus narices y bolsillos

recorriendo sus días inventando sus noches

doblando las esquinas hay todavía más y más palabras

también la muerte la vida el dolor la alegría son palabras

Dios y el diablo tú y yo mismo somos dos palabras

me arranqué me fui me interné en esos largos pantanos

por un afán de exilio y tú conmigo

ya estamos en el verdadero mundo

Dios el diablo el tiempo

y todos los que vinieron luego

sus nombres ya los has leído y escuchado

sus voces que hablaron para siempre

william dylan rené jean arthur hölderlin

hermanos de los hombres

sabes y recuerdas lo que vas a encontrar

estás a salvo también hay otros

los que abrieron un libro solos en la casa

y se cayeron dentro insomnes perfectos

los que vieron a la belleza y al júbilo de la verdad

incendiar una rama y devorar el paisaje

(de mañana, de tarde o de noche qué más da)

y se quedaron presos del instante siguiente

absortos regresados comprendidos

los que reconocieron a algo más que andaba

tras sus pasos en la noche sin señales del alma

y cometieron el acierto de volver la mirada a verlo

todos los que vieron están aquí

éste a pesar de los hombres es todavía un lugar seguro

aquí donde se realiza siempre el porvenir

 

III

 

vino del origen del origen de todo

bosques montañas ríos llanuras bosques halcones

maleficios dioses símbolos templos redes piedras

peces animales del sueño y la vigilia

estaba con el hombre antes que el hombre

aquí todo está seguro está en calma perdura florece

sólo la palabra es la patria del hombre verdadero

cada verdad es cierta cada silencio habla

así fue así será

mientras haya un hombre

a pesar del exilio del trono de los hombres

vibrar en armonía con todo lo que verás

hará tu canto y ese será mi canto

el canto de lo creado y no creado todavía

nos reconocerán por él

y todos los que lo oigan

lo harán su mismo canto

el dulce y oscuro olor del mundo

absolutamente mágico como todo lo real

en él todo sucede de una vez y a la vez

belleza y verdad son la misma verdad

un hermano lo dijo en la noche de inglaterra

 

IV

 

te llamaré por tu nombre

tu verdadero nombre

que no conoce nadie

de él hablan las estrellas

clavadas en la noche sin sombras

y está evidentemente escrito en todo lo que tocas

el que no está en ningún registro de los hombres

el que usa el sueño para dormirte

y la luz para despertarte

el que murmuran los abismos a donde caes

sin protesta posible

el que grita la belleza y la verdad

a tu sordo corazón desobediente

por ese nombre te llamó la vida

y no pudiste resistir su amable invitación

a oler y lamentarte

te llamaré como sabes que te llamas

ese es el nombre que te dará la muerte

quien lo sabe conoce cada imagen del prisma de tus días

es dueño de tus pasos

reconoce el porvenir de tus pisadas

en esta tierra veloz que viene y parte

en todo lo que diga te llamaré como sabes que te llamas

porque todo esto es sólo parte de tu verdadero nombre tu palabra

para entrar a este mundo sólo hace falta saberla

tener lengua boca dientes mente espíritu

persona y mundo donde pronunciarla.

 

 

[Poemas completos (1980-1989)]

 

Δ

 

 

Ah, pequeños cazadores del día

 

Los veo en la enorme aurora

dar caza al megaterio:

la boca humeante bajo los ojos inocentes

implora sobre la hierba, mientras la lanza insomne

Una y otra vez le parte las entrañas.

Luego los dedos pintados

se llevan el gran hígado, pesado como un hombre.

Los veo pintar de ocre los huesos de los muertos

que amaron como ellos la guerra de los clanes,

los muertos de las urnas que son el mismo vivo

que sale de las sombras y vuelve a la llanura.

Ateos todavía caminan sin preguntas

los paisajes iguales de un dios desperdigado

(a veces se condensa ante el ojo,

un animal singular, la piedra más alta,

y vuelve de pronto a ser el ancho mundo

sin tiempo y sin fronteras).

Los veo apelmazar la arcilla entre las manos fosfóricas,

quitar de entre lo informe la vasija que sueña

guardar con geometrías la respuesta a las cosas.

Los veo, tatuados Colones del origen,

ahuecar la madera con fuego para cruzar el agua,

un suceso que alguien graba en hueso

mientras lo verde de la idea

les graba a todos el hecho sobre los huesos.

Los veo fotografiar peludos rinocerontes,

el mamut grueso y huidizo como un alud de carne,

la gracia del bisonte que late en el becerro,

el gran carnaval de la vida

bailando en la caverna,

el aplanado ciervo volando por el techo

mientras un dedo azul, emocionado,

determina el impulso del tigre.

Luego del casi eterno mediodía

venía una semana a ocupar el cuerpo de la tarde:

un hombre sencillamente era un día, una mujer

la diferente silueta donde reside la noche.

Los veo sin el arco

lanzar las azagayas,

armado de memoria y de puntas y cuerdas,

el animal más débil, desnudo y miserable

se enfrenta con las cosas y vence a la mañana.

El pequeño lancero clava su instrumento,

confusos arpones en el costado del día,

y no sabe qué ha volteado,

cuál es el animal infinito

que ha hendido en tiempo,

en horas que ya cuenta con mojones de piedra,

en estaciones iguales, en sucesivas lunas y soles

que coinciden en misterio con el rito impuro,

involuntario, femenino, de la sangre.

¿Y el hijo, de dónde sale el hijo

y cómo? ¿Y dónde estamos

cuando cazamos en el nublado coto del sueño?

¿Qué es esa pantalla de fuego

que arde en la cabeza,

dónde está ese país que me habita y que habito,

como éste donde los otros también caminan

y mueren con sus países adentro?

Quién soy, cosa que piensa

y se piensa. Yo que he salido

de algo y no sé dónde he entrado,

apenas tengo una lanza para enfrentarme a mí mismo.

 

 

[Poemas completos (1980-1989)]

 

Δ

 

 

Dientes de sable

 

No existe, pero existió y solamente él sabe que aún existe:

para su poderosa armazón de colmillos y de vértebras

cualquier otro detalle que la curva

de su enorme espalda resulta irrelevante.

En su clara conciencia que mira con ojos amarillos

la llanura es una sola eternidad

y el hombre otro animal y no lo mejor del páramo.

Pesado abuelo del tigre, se esconde

en la pisada que disimula y aparenta ser otra cosa,

el rodar de una rama, un descuidado raer

el viento la desnuda superficie:

todo paso a paso sabe que es él

lo que imprime esas marcas

y en cuanto a todo, a él le basta ese contacto.

Quizá su corpulento acecho

ha refinado sus tácticas y ha llegado

al óptimo de la espera en una desconocida escala felina.

Un resorte paciente que aguarda hace un millón de años

que crucemos la marca: nuestra ignorancia le confirma

que no debe darnos ninguna gracia.

A la vez en varios lados,

como antaño y siempre,

(así lo creyó y lo cree nuestra supersticiosa idea de las cosas)

es esta señal en el suelo y también y mejor

esa fornida sombra que de sí misma

erige una colina donde el final de nuestra vida espera,

mascota de la muerte, segura y musculosa.

 

 

[Poemas completos (1980-1989)]

 

Δ

 

 

Los leopardos

 

Hermanos menores de los membrudos leones

y viejos depredadores de nuestra especie,

los segundones de la elástica raza

no están hechos de manchas,

sino del liso amarillo

donde ocultan y esconden su cierta identidad:

es que ellos aprovechan los mejores

matices de las sombras:

¿mejor oculto otro animal

que uno amarillo bajo la lluvia de motas

que aparenta? Un leopardo

es una bestia que siempre está bajo la lluvia.

En los plenos mediodías

sólo exhiben las sombras

que les ha dejado por hábito

la extensa habitación de los junglas.

Si los vemos bicolores apenas

es otra demostración de su astucia,

las apariencias son siempre

el corpóreo truco de todos los pequeños.

Ni la soberbia del tigre que no precisa

nuestra corta imaginación para estar entero

en esa palabra, tigre;

ni la firme y perezosa arquitectura

que se levanta ante nosotros demostrando

la melenuda majestad de la sabana;

los leopardos emigrados a las copas de los árboles

son unas etéreas y fatales sombras,

el vuelo con que de amarillo

se salpican por capricho bien fundado las selvas.

Son lo mínimo posible para el lenguaje de la muerte

en su linaje de músculos:

llegan más cerca que los tigres

porque no son lo sentido, son un peligro que no pesa,

el silencio, la sorpresa de un brinco que elige antes,

una afelpada estrategia que se desliza

mortífera y gentil, metáfora y carne del tiempo

por los delgados corredores que comunican

(y ello siempre ha sido sigiloso)

el mundo en calma con la alegre nada.

 

 

[Poemas completos (1980-1989)]

 

Δ

 

 

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