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[Luis Benítez (Buenos Aires 1956- )]
Ah, pequeños cazadores del día
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Behering | ||
En cada uno de ellos
era muchos un hombre.
[Poemas
completos (1980-1989)]
Donde queda la memoria, ese alegre mediodía encinto o lúgubre gobierno, danza la primera mañana del mundo todavía, hay pisadas de ruedas toscas en un llano que ocupan ahora las montañas, un milagro que asombra y abriga y calma. Una libélula que teje amorosamente el aire reconstruye la invisible historia; como en tus ojos, las iniciales alas relumbran en el aire de un antaño primero, con experimentos de peces y ensayos de serpientes, con proyectados tigres que bramarían luego, reales, en la noche. Y ni un ojo, ni un ojo, ni los tuyos, para ver en los verdes pantanos el vuelo de los reptiles con su membranosa esperanza y sus escamas verdes, ni a los primeros inquilinos del hospicio marino en lo profundo. Nada: ni el asomo de la huella de una mano en las húmedas rocas de la orilla ni la planta de un pie en el cieno donde crecían arbustos musicales. Barro y cielo y agua y la natural sencilla respiración de las cosas: la novedad de las cortezas arrancadas por el viento ocupaba, por sí sola, entera tarde. Entre los álamos pasaba desnudo el frío que era joven sobre el mundo, sin saber que era como éste, pausado, de noviembre. El infinito espacio de los valles donde la luna entera podía suicidarse, garzas y nubes que subían de la ciénaga y el grito último de un pesado animal que moría en lo alto y denso de la selva, noche del mediodía, y renacía sin saberlo entre los matorrales bajos. Los gruesos lagartos como edificios vivos en una pesadilla, oh cotidiano milagro de esas macizas formas que elevaban sus ojos niños a la bóveda buscando la explicación del sueño, oh la temprana marcha de los mil rastros bajo las piedras, apenas el ocaso resucitaba a la escolopendra de boca mortal y los mosquitos daban su viviente alfabeto a las orquídeas blancas, ah la caricia de la carpa cazando bajo la superficie y la acechanza del pez-tigre entre los mangles; bellas y tenebrosas bajo el agua hirviente del mediodía las algas ocultaban una ya podrido becerro muerto al alba. Y la hormiga de fuerza prodigiosa inclinaba los bejucos para su nido colgante y se enfrentaban furiosas dos encendidas creaciones bajo una piedra chata. Y la noche, la noche de donde surgieron todos corría sus naves y constelaciones para el paso de los bellos asesinos de la garra, errantes e invisibles por la meseta baja. Lo que seriamos vagaba sin lugar todavía como un vapor inteligente sobre el mundo. Y un salto, un grito de labios teñidos por la hierba, una sentencia manchada que besaba un cuello para siempre desplegaba de nuevo la mañana.
[Poemas completos (1980-1989)]
I
antes el día y la noche eran el mismo lugar vida y muerte juntas en sus nacimientos el tigre y la paloma el mismo animal todo era igual a su vecino como la piedra es aún a la montaña el hombre tajeó el mundo y salieron de sus moldes los pedazos vivos el hombre cortó los lazos cuando todavía del cielo y de la tierra bajaba y subía con indiferencia el sol para la poesía es componer los lazos armar de nuevo el mundo sin atrás ni adelante abolir el tiempo la poesía viene al hombre por remordimiento la poesía viene al hombre por memoria aquí delante mío había un lazo que me unía con los dioses (todos los dioses son el rompecabezas de Dios) y era uno con los elementos y era a la vez el perseguido y quien le sigue los pasos todo y yo nos perseguíamos en círculo trazando en amplias espirales el sagrado dibujo de los días multiplicados todavía en ciertos lugares en ciertos hombres en ciertas noches yo percibo restos de los lazos flotando ante mis ojos la poesía le opone al hombre su condición la poesía su patria su escalera
II
y bien allí están las palabras en ese diccionario abrazadas juntas reunidas como hojas de un árbol sin diferencia alguna a la espera del soplo como esperaba el barro y también están detrás de esa puerta afuera colgando de las gentes como trenzas de algas saliendo de sus narices y bolsillos recorriendo sus días inventando sus noches doblando las esquinas hay todavía más y más palabras también la muerte la vida el dolor la alegría son palabras Dios y el diablo tú y yo mismo somos dos palabras me arranqué me fui me interné en esos largos pantanos por un afán de exilio y tú conmigo ya estamos en el verdadero mundo Dios el diablo el tiempo y todos los que vinieron luego sus nombres ya los has leído y escuchado sus voces que hablaron para siempre william dylan rené jean arthur hölderlin hermanos de los hombres sabes y recuerdas lo que vas a encontrar estás a salvo también hay otros los que abrieron un libro solos en la casa y se cayeron dentro insomnes perfectos los que vieron a la belleza y al júbilo de la verdad incendiar una rama y devorar el paisaje (de mañana, de tarde o de noche qué más da) y se quedaron presos del instante siguiente absortos regresados comprendidos los que reconocieron a algo más que andaba tras sus pasos en la noche sin señales del alma y cometieron el acierto de volver la mirada a verlo todos los que vieron están aquí éste a pesar de los hombres es todavía un lugar seguro aquí donde se realiza siempre el porvenir
III
vino del origen del origen de todo bosques montañas ríos llanuras bosques halcones maleficios dioses símbolos templos redes piedras peces animales del sueño y la vigilia estaba con el hombre antes que el hombre aquí todo está seguro está en calma perdura florece sólo la palabra es la patria del hombre verdadero cada verdad es cierta cada silencio habla así fue así será mientras haya un hombre a pesar del exilio del trono de los hombres vibrar en armonía con todo lo que verás hará tu canto y ese será mi canto el canto de lo creado y no creado todavía nos reconocerán por él y todos los que lo oigan lo harán su mismo canto el dulce y oscuro olor del mundo absolutamente mágico como todo lo real en él todo sucede de una vez y a la vez belleza y verdad son la misma verdad un hermano lo dijo en la noche de inglaterra
IV
te llamaré por tu nombre tu verdadero nombre que no conoce nadie de él hablan las estrellas clavadas en la noche sin sombras y está evidentemente escrito en todo lo que tocas el que no está en ningún registro de los hombres el que usa el sueño para dormirte y la luz para despertarte el que murmuran los abismos a donde caes sin protesta posible el que grita la belleza y la verdad a tu sordo corazón desobediente por ese nombre te llamó la vida y no pudiste resistir su amable invitación a oler y lamentarte te llamaré como sabes que te llamas ese es el nombre que te dará la muerte quien lo sabe conoce cada imagen del prisma de tus días es dueño de tus pasos reconoce el porvenir de tus pisadas en esta tierra veloz que viene y parte en todo lo que diga te llamaré como sabes que te llamas porque todo esto es sólo parte de tu verdadero nombre tu palabra para entrar a este mundo sólo hace falta saberla tener lengua boca dientes mente espíritu persona y mundo donde pronunciarla.
[Poemas completos (1980-1989)]
Ah, pequeños cazadores del día
Los veo en la enorme aurora dar caza al megaterio: la boca humeante bajo los ojos inocentes implora sobre la hierba, mientras la lanza insomne Una y otra vez le parte las entrañas. Luego los dedos pintados se llevan el gran hígado, pesado como un hombre. Los veo pintar de ocre los huesos de los muertos que amaron como ellos la guerra de los clanes, los muertos de las urnas que son el mismo vivo que sale de las sombras y vuelve a la llanura. Ateos todavía caminan sin preguntas los paisajes iguales de un dios desperdigado (a veces se condensa ante el ojo, un animal singular, la piedra más alta, y vuelve de pronto a ser el ancho mundo sin tiempo y sin fronteras). Los veo apelmazar la arcilla entre las manos fosfóricas, quitar de entre lo informe la vasija que sueña guardar con geometrías la respuesta a las cosas. Los veo, tatuados Colones del origen, ahuecar la madera con fuego para cruzar el agua, un suceso que alguien graba en hueso mientras lo verde de la idea les graba a todos el hecho sobre los huesos. Los veo fotografiar peludos rinocerontes, el mamut grueso y huidizo como un alud de carne, la gracia del bisonte que late en el becerro, el gran carnaval de la vida bailando en la caverna, el aplanado ciervo volando por el techo mientras un dedo azul, emocionado, determina el impulso del tigre. Luego del casi eterno mediodía venía una semana a ocupar el cuerpo de la tarde: un hombre sencillamente era un día, una mujer la diferente silueta donde reside la noche. Los veo sin el arco lanzar las azagayas, armado de memoria y de puntas y cuerdas, el animal más débil, desnudo y miserable se enfrenta con las cosas y vence a la mañana. El pequeño lancero clava su instrumento, confusos arpones en el costado del día, y no sabe qué ha volteado, cuál es el animal infinito que ha hendido en tiempo, en horas que ya cuenta con mojones de piedra, en estaciones iguales, en sucesivas lunas y soles que coinciden en misterio con el rito impuro, involuntario, femenino, de la sangre. ¿Y el hijo, de dónde sale el hijo y cómo? ¿Y dónde estamos cuando cazamos en el nublado coto del sueño? ¿Qué es esa pantalla de fuego que arde en la cabeza, dónde está ese país que me habita y que habito, como éste donde los otros también caminan y mueren con sus países adentro? Quién soy, cosa que piensa y se piensa. Yo que he salido de algo y no sé dónde he entrado, apenas tengo una lanza para enfrentarme a mí mismo.
[Poemas completos (1980-1989)]
No existe, pero existió y solamente él sabe que aún existe: para su poderosa armazón de colmillos y de vértebras cualquier otro detalle que la curva de su enorme espalda resulta irrelevante. En su clara conciencia que mira con ojos amarillos la llanura es una sola eternidad y el hombre otro animal y no lo mejor del páramo. Pesado abuelo del tigre, se esconde en la pisada que disimula y aparenta ser otra cosa, el rodar de una rama, un descuidado raer el viento la desnuda superficie: todo paso a paso sabe que es él lo que imprime esas marcas y en cuanto a todo, a él le basta ese contacto. Quizá su corpulento acecho ha refinado sus tácticas y ha llegado al óptimo de la espera en una desconocida escala felina. Un resorte paciente que aguarda hace un millón de años que crucemos la marca: nuestra ignorancia le confirma que no debe darnos ninguna gracia. A la vez en varios lados, como antaño y siempre, (así lo creyó y lo cree nuestra supersticiosa idea de las cosas) es esta señal en el suelo y también y mejor esa fornida sombra que de sí misma erige una colina donde el final de nuestra vida espera, mascota de la muerte, segura y musculosa.
[Poemas completos (1980-1989)]
Hermanos menores de los membrudos leones y viejos depredadores de nuestra especie, los segundones de la elástica raza no están hechos de manchas, sino del liso amarillo donde ocultan y esconden su cierta identidad: es que ellos aprovechan los mejores matices de las sombras: ¿mejor oculto otro animal que uno amarillo bajo la lluvia de motas que aparenta? Un leopardo es una bestia que siempre está bajo la lluvia. En los plenos mediodías sólo exhiben las sombras que les ha dejado por hábito la extensa habitación de los junglas. Si los vemos bicolores apenas es otra demostración de su astucia, las apariencias son siempre el corpóreo truco de todos los pequeños. Ni la soberbia del tigre que no precisa nuestra corta imaginación para estar entero en esa palabra, tigre; ni la firme y perezosa arquitectura que se levanta ante nosotros demostrando la melenuda majestad de la sabana; los leopardos emigrados a las copas de los árboles son unas etéreas y fatales sombras, el vuelo con que de amarillo se salpican por capricho bien fundado las selvas. Son lo mínimo posible para el lenguaje de la muerte en su linaje de músculos: llegan más cerca que los tigres porque no son lo sentido, son un peligro que no pesa, el silencio, la sorpresa de un brinco que elige antes, una afelpada estrategia que se desliza mortífera y gentil, metáfora y carne del tiempo por los delgados corredores que comunican (y ello siempre ha sido sigiloso) el mundo en calma con la alegre nada.
[Poemas completos (1980-1989)]
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