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[Luis Alberto de Cuenca]

 

Alicia Liddell Abandona El País de Las Maravillas para Contraer Matrimonio

El crepúsculo sorprende a Roberto Alcázar en Charlotte Amalie

 

 

 

Alicia Liddell Abandona El País de Las Maravillas para Contraer Matrimonio

Un pastel en los labios, un olvido
con nata en la memoria de la frente.
De chocolate y oro la pendiente
del seno, las ardillas del vestido.

La bizarra silueta de un bandido
en los ojos. La imagen balbuciente
del aquel primer amor, su negligente
porte de adolescente forajido.

Fresas y soledad en las mejillas,
celofán de los hombros, tulipanes
de brisa y risa y mar y tierna veda

de minúsculos tigres, o abubillas
al acecho de fieros gavilanes.
El cremoso susurro de la seda.

Ô

El crepúsculo sorprende a Roberto Alcázar en Charlotte Amalie

 

El Cairo, Puerto Príncipe, como efigies o dársenas

propiciadas al mar, Buenos Aires, Juneau, no siento ya las venas,

lisez, persecuteurs, le reste de mes chants.

Roberto, una flamígera sombra en los cafetines.

Vestigios de heroína en las naves de Charlie.

Murió feliz el ciervo acribillado por las ninfas,

reflejando en sus ojos para siempre el desnudo imposible de Diana.

 

Presbíteros de Esmirna, titilantes astrólogos del Etna,

como si Jack os viera, desistís en un tango de colores ajados.

Svimtus al acecho en la selva del Soho,

dos tigres malheridos, el pick up en la alfombra,

y Kaiba, la sonrisa, esa piel adornada con tafetanes de oro.

 

Llevan short las muchachas en el Alto Amazonas.

Las cráteras vacías, el singular acento del deseo.

Es una blusa roja mi alma devorada por panteras en Java.

Cara al sol esos jóvenes, rubios como el desierto,

hot jazz en la distancia, embalsamadas voces en la noche:

E! Durendal, cum es bele, e clere, e blanche!

 

Pálidos maniquíes de Burne-Jones, luz, sombreros de copa.

Bésame: las gardenias blanquean tus sangrantes ojos dobles.

Qué terribles presagios, llamad al hierofante.

Descubrí tu secreto, Dick Flowers, tu máscara de goma, tus coturnos:

fue en Doomsday, color fucsia Roadtown, y en los parterres

Jesús bordaba el agua con palabras dulcísimas.

 

Tras el rosado vidrio de las copas heladas,

los labios de Roberto parecían anémonas resueltas a no morir jamás.

 

[Elsinore]

 Ô

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