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[Harold Alva, (El Alto, Piura, Perú, 1978-)]

 

Las vértebras del fuego

Mi sangre buscaba tus arterias

 

 

 

Las vértebras del fuego

I

No es la calle
Tampoco la edad del puente los muros que te alejan
La culebra estática que afila los dientes de ocultos precipicios
De fauna oculta en las retinas del espanto
Es esta extraña actitud de saber que acudes a mis gritos
Que trepas rascacielos por recuperar los bosques
El laberinto incestuoso de tardes degolladas
Esa habitación donde habitan los pájaros del norte
Los pájaros de piedra
Los pájaros que destrozan con sus picos la infamia del silencio
Es esta explosión de arterias que penetran en los postes
Y estallan como olas en la túnica siniestra
De un fantasma que retorna
Doblemente desangrado en sus escritos
En ellos
El hierro ha reconocido el fundamento de su estigma
La raíz del cráneo que rota como un satélite en tus manos
Los nervios de las guitarras que azotan el sonido
Y me convocan
Como un brujo convoca
Este afán por recuperar el sarcófago del sueño
Este deseo de involucrar tu fe
De asediar tu huida como un cazador de insólitas especies
Y qué es la fuga
Cuál de todas las virtudes es el talismán al que te aferras
Aquí sólo sé de esta incertidumbre que calcina
Los puertos y sus aguas
La soledad de la esfinge reflejada con lujuria en los cristales
Sobre ellos la sombra detiene sus tentáculos
La sombra detiene el vuelo de los murciélagos
La velocidad de un tigre que ataca con su cola
Sólo sé de estatuas que contemplan el asesinato de las tribus
Y nadie se acerca a desclavar mis huellas
Y nadie oye la oración que escupo como un cuervo al universo
Como el insensato animal que busca tu perfume
Tu piel de cebra que trota en las auroras
Y me invoca.

II

Sobre tu sombra sangran los picos de las águilas
Los huesos de la calavera
Que sintoniza frenética mis sueños
Esta pesadilla que me lanza al ático de la abadía
Donde reposa incólume tu cuerpo
Tu estructura de gata
Tu aliento que ingresa como un tornado a mi celda
Como una serpiente que petrifica la tarde y sus motivos
La tarde y esta sentencia que insulta el vuelo de las gaviotas
La estela que denuncia tu condición de fiera
Tu sangre que se mezcla con mi corazón de fiera
Y lo posee como un leopardo que intuye
La destrucción imperceptible de estos ecos
De estas palabras que insisten
Como un leopardo ansioso que corre en la sabana
Que incendia el reflejo de los manantiales
Donde habitan como algas mis silencios
La onírica catedral que exculpa tus ausencias
El lenguaje de otra tribu que aúlla como un coyote
Y yo te espero asediado por este laberinto
Por esta ráfaga de culpas que destejen mi nombre de tus labios
El exquisito mar que ataca con su brisa
La sonda que sujeta mis huesos como un cocodrilo
Como la maligna bestia que reina en mis pesadillas
El mundo donde despedazo esta mandíbula de fuego
Esta mandíbula de diamante
Esta mandíbula de tigre De música que ha roto
La soledad del equinoccio
Y yo te espero con mi terror a las madrugadas
Con este miedo que insulta las ventanas de los edificios
Las puertas que se abren como mujerzuelas inéditas
Y yo te espero
Y me arrojo a tu frente
Como un Telémaco que impreca
Para recuperar su Ítaca
Y tú:
Veneno de la oscuridad Isla caníbal
Elevas tus manos a la proa de los trasatlánticos
Y emerges como un ángel que ha transfigurado sus alas
Allí tu voz retorna
Y las montañas son las mismas calaveras que subordinan
La lengua de esta ciudad
De este montículo de occisos y concreto
Tu voz depreda las estructuras sangrientas de este instante
Los músculos de gorilas que destrozan los sembríos
Las chacras donde he mudado de piel con el repertorio de otros cuervos
Y yo te espero para destruir las cercas
La sórdida estructura de las caballerizas
Donde un potro
Ha escrito tu nombre en la frontera.

 Ô

 Mi sangre buscaba tus arterias
Tu elemento
La furia de los tigres
Que escapan
Como roedores de las piedras
De esta estaca virtual
Donde amanezco
Con las córneas suspendidas al espanto
Yo
Este galeón de fuego
Este armatoste de velas destrozadas
Buscaba tu escondite
Tu puerto
La grulla sobre la que encallan
Las gaviotas.

Ô

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