Downtown

Salgo con bruma
a deambular
por el conflicto de la urbe.
Voy por el ghetto de la noche. Las calles:
Escritura de los transeuntes o de la acción
dispersa de vagos y poetas. Palpo el dorso
de la asfixia, la hebra inicial del caos.
Me pierdo en laberintos, me repito.
Voy por la topografía del lomo de una iguana
y oscuros pasadizos me conducen a este zigurat.
Reunión de imágenes rotas, y luego, se bifurcan:
Oh, el deterioro de un tugurio,
la vendedora de pescado, etc.
Ver es también escribir. Y alguien escribe
sobre un papel-madera y deja el aviso
encontrado sobre la puerta del cuarto
en el Hotel Europa: “Te esperé. Salí a comprar
zapatos”. Y en la ciudad, el amor es solo
un imprevisto
a la cuestión de una época. El Tigre
va entre la gente como anónimo amante:
violín al viento.
Imagino un dossier de inquietudes.
Fascinaciones.
Voces inmunes se las lleva el gentío de la calleja.
El Tigre sale del cine. Se perfuma con dinamita.
Camina por la avenida, primevo. Se tutea con mike
a toda remington.
Va en el poema del forofo andando yunque
en vez de martillo.
Nadie hace un sumario de su vida.
Nadie regresa a pie –y cansado- a su bohío
después del laburo.
Nadie tiene una amiga -ominosa- viviendo en Río.
Nadie cae como una h-o-j-a en el Parque del Otoño.
Solo yo. Extravagante y puto, doblo el espinazo
de la zozobra.
Solo yo, la calle, el Tigre, el papel.
Duramen, pobres dunas.
Zonas perdidas en instancias perdidas.
Lo glíptico.
Todo puede escribirse.
Tengo ciudades. Contengo multitudes.

                                                        [Armando Arteaga]

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