Para cuando los muertos vengan, hijo mío, desgrana pétalos dardos por la casa...

 

Las flores más tupidas, esas manos-de-tigre de color violáceo,

espárcelas primero en las faldas del cerro, luego por todo el patio...

 

Las flores blancas son margaritones y tienen que sembrarse al pie de la cerca de palo mulato.

 

Para cuando los  muertos vengan, hijo mío,

para cuando me toque venir con ellos...

 

 

[José Luis Rivas, Relámpago la muerte ,1985]

 

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