Ante todo el horror desmembrado

vuelto a juntar

te convoco, a ti,  al feroz.

Llamo tu nombre

Indecible

para levantar el velo

del misterio que cubre tus ojos.

Te has tendido

en el costado de la sombra

babeando ante el abismo.

¿Cómo saciar el voraz apetito?

Ven

acércate a mi lado oscuro,

desgarra toda articulación,

perpetra cada fisura,

golpea

golpea cada músculo

toda la indiferencia.

Acércame

a lo de arriba

a lo de abajo

y así  callar.

¿Soy acaso una voz más en tu cabeza?

Terrible, oye.

Tigre, escúchame.

Acecha tras el deseo,

comienza la cacería,

tortura, abre, rasga,

destruye…

Otórgame la Belleza

de una herida

que lenta

deje de sangrar.

Entonces

ensordezca tu corazón

se haga muda tu sangre

y el filo escarlata de tus manos

sea la palabra que te bautiza

una, otra vez

como el hijo condenado:

Asesino de la culpa

Cruel solitario

Caín, Bestia, Monstruo…

Portador de la verdadera libertad.

Yaces en tu lecho

retorcido y violento,

se estrecha

acogiendo cuerpos,

se ensancha

engorda

con tus vicios y fantasías.

Tu imagen se distorsiona,

la sed se hace desierto,

clavados tus ojos

en el vértigo

del abismo del Mal.

La mano que ordeña la leche

¿ordeña también el veneno?

Ante todo el horror

voy a nombrarte

¿Qué lenguaje impronunciable para ti?

Voy a escribirte

sílaba a sílaba

letra por letra

despalabrarte,

hasta que de ti

no quede más

que el primer vagido

atravesando tu garganta.

Ahora

el desorden

la oscuridad

quitar la vida

ceder la muerte

¿Tan fácil es ser Dios?

                                                  [Jessica Freudenthal, (Madrid, 1978-)]