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Wittgenstein's Ladder
"My propositions
serve as elucidations in the following way:
anyone who understands them eventually recognizes them as
nonsensical, when he has used them -- as steps -- to climb
up beyond them. (He must, so to speak, throw away the ladder
after he has climbed up it.)" -- Ludwig Wittgenstein, Tractatus
1.
The first time I met Wittgenstein, I was
late. "The traffic was murder," I explained.
He spent the next forty-five minutes
analyzing this sentence. Then he was silent.
I wondered why he had chosen a water tower
for our meeting. I also wondered how
I would leave, since the ladder I had used
to climb up here had fallen to the ground.
2.
Wittgenstein served as a machine-gunner
in the Austrian Army in World War I.
Before the war he studied logic in Cambridge
with Bertrand Russell. Having inherited
his father's fortune (iron and steel), he
gave away his money, not to the poor, whom
it would corrupt, but to relations so rich
it would not thus affect them.
3.
On leave in Vienna in August 1918
he assembled his notebook entries
into the Tractatus, Since it provided
the definitive solution to all the problems
of philosophy, he decided to broaden
his interests. He became a schoolteacher,
then a gardener's assistant at a monastery
near Vienna. He dabbled in architecture.
4.
He returned to Cambridge in 1929,
receiving his doctorate for the Tractatus,
"a work of genius," in G. E. Moore's opinion.
Starting in 1930 he gave a weekly lecture
and led a weekly discussion group. He spoke
without notes amid long periods of silence.
Afterwards, exhausted, he went to the movies
and sat in the front row. He liked Carmen Miranda.
5.
He would visit Russell's rooms at midnight
and pace back and forth "like a caged tiger.
On arrival, he would announce that when
he left he would commit suicide. So, in spite
of getting sleepy, I did not like to turn him out." On
such a night, after hours of dead silence, Russell said,
"Wittgenstein, are you thinking about logic or about
yours sins?" "Both," he said, and resumed his silence.
6.
Philosophy was an activity, not a doctrine.
"Solipsism, when its implications are followed out
strictly, coincides with pure realism," he wrote.
Dozens of dons wondered what he meant. Asked
how he knew that "this color is red," he smiled
and said, "because I have learnt English." There
were no other questions. Wittgenstein let the
silence gather. Then he said, "this itself is the answer."
7.
Religion went beyond the boundaries of language,
yet the impulse to run against "the walls of our cage,"
though "perfectly, absolutely useless," was not to be
dismissed. A. J. Ayer, one of Oxford's ablest minds,
was puzzled. If logic cannot prove a nonsensical
conclusion, why didn't Wittgenstein abandon it,
"along with the rest of metaphysics, as not worth
serious attention, except perhaps for sociologists"?
8.
Because God does not reveal himself in this world, and
"the value of this work," Wittgenstein wrote, "is that
it shows how little is achieved when these problems
are solved." When I quoted Gertrude Stein's line
about Oakland, "there's no there there," he nodded.
Was there a there, I persisted. His answer: Yes and No.
It was as impossible to feel another's person's pain
as to suffer another person's toothache.
9.
At Cambridge the dons quoted him reverently.
I asked them what they thought was his biggest
contribution to philosophy. "Whereof one cannot
speak, thereof one must be silent," one said.
Others spoke of his conception of important
nonsense. But I liked best the answer John
Wisdom gave: "His asking of the question
`Can one play chess without the queen?'"
10.
Wittgenstein preferred American detective
stories to British philosophy. He liked lunch
and didn't care what it was, "so long as it was
always the same," noted Professor Malcolm
of Cornell, a former student, in whose house
in Ithaca Wittgenstein spent hours doing
handyman chores. He was happy then.
There was no need to say a word.
Δ
La Escalera de
Wittgenstein
Mis proposiciones son esclarecedoras de este modo; que quien
me comprende acaba por reconocer que carecen de sentido, siempre que el que
comprenda haya salido a través de ellas fuera de ellas. (Debe, pues, por así
decirlo, tirar la escalera después de haberla subido.)
-
Ludwig
Wittgenstein,
Tractatus
(Versión española de Enrique Tierno Galván)
1.
La primera vez que vi a Wittgenstein, llegué
con retraso. "El tráfico era horrible," expliqué.
Se pasó los siguientes cuarenta y cinco minutos
analizando esta oración. Luego se calló.
Yo me preguntaba por qué había elegido una torre de agua
para nuestro encuentro. También me preguntaba cómo
me iría, ya que la escalera que había utilizado
para subir hasta allí se había caído al suelo.
2.
Wittgenstein sirvió como fusilero ametrallador
en el ejército austriaco durante la Primera Guerra Mundial.
Antes de la guerra estudió lógica en Cambridge
con Bertrand Russell. Habiendo heredado
la fortuna de su padre (hierro y acero),
regalaba su dinero, no a los pobres, a los que
corrompería, sino a conocidos tan ricos
que no les afectaría.
3.
De permiso en Viena en agosto de 1918
reunió las anotaciones de sus cuadernos
en el Tractatus. Puesto que proporcionaba
la solución definitiva a todos los problemas
de la filosofía, decidió ampliar
sus intereses. Se hizo maestro de escuela,
después ayudante de jardinero en un monasterio
cerca de Viena. Se interesó ligeramente por la arquitectura.
4.
Regresó a Cambridge en 1929,
donde obtuvo su doctorado por el Tractatus,
"la obra de un genio," según G. E. Moore.
A partir de 1930 empezó a impartir una clase por semana
y dirigió un grupo de discusión semanal. Hablaba
sin notas entre largos períodos de silencio.
Luego, exhausto, se iba al cine
y se sentaba en primera fila. Le gustaba Carmen Miranda.
5.
Solía visitar los aposentos de Russell a medianoche
y se paseaba de un lado a otro "como un tigre enjaulado.
Al llegar, anunciaba que
a su partida se suicidaría. Así, a pesar
de que me entraba sueño, no quería echarle." En
una de esas noches, después de varias horas de silencio total, Russell dijo,
"Wittgenstein, ¿estás pensando en la lógica o en
tus pecados?" "En ambas cosas ," dijo, y siguió con su silencio.
6.
La filosofía era una actividad y no una doctrina.
"El solipsismo, cuando se siguen sus implicaciones
estrictamente, coincide con el realismo puro," escribió.
Docenas de catedráticos se preguntaban qué quería decir. Cuando se le
preguntó cómo sabía que "este color es rojo," sonrió
y dijo, "porque he estudiado inglés." No hubo
más preguntas. Wittgenstein dejó que
se formara un silencio. Luego dijo, "esto en sí es la respuesta."
7.
La religión trascendía los límites del lenguaje,
ahora bien, el impulso de echarse contra "las paredes de nuestra jaula,"
bien que "perfecta y absolutamente inútil," no debía de
desestimarse. A. J. Ayer, una de las mentes más capaces de Oxford,
estaba perplejo. Si la lógica no puede probar una conclusión
absurda, ¿por qué no la abandonaba Wittgenstein,
"junto con los demás metafísicos, como indigna
de una atención seria, quizá acaso para los sociólogos"?
8.
Porque Dios no se revela en este mundo, y
"el valor de su obra," escribió Wittgenstein, "radica en que
muestra qué poco se consigue cuando estos problemas
se solventan." Cuando cité la línea de Gertrude Stein
sobre Oakland, "no hay un allí allí," asintió con la cabeza.
Si hubiera un allí, insistí. Su respuesta: Sí y No.
Era tan imposible sentir el dolor de otra persona
como soportar el dolor de muelas de otra persona.
9.
En Cambridge los catedráticos lo citaban con reverencia.
Les pregunté cuál creían que era su mayor
contribución a la filosofía. "De lo que no se puede
hablar, mejor es callarse," dijo uno.
Otros hablaron de su concepto de la absurdidad
importante. Pero la que más me gusto fue la respuesta de John
Wisdom: "El hecho de que pregunte
¿Se puede jugar al ajedrez sin reina?'"
10.
Wittgenstein prefería los relatos de detective
americanos a la filosofía británica. Le gustaba el almuerzo
y no le importaba lo que fuera, "con tal de que fuera
siempre igual," apuntó el catedrático Malcolm
de Cornell, antiguo estudiante, en cuya casa
en Ithaca Wittgenstein se pasaba horas haciendo
chapuzas. Entonces era feliz.
No había necesitad de decir ninguna palabra.
[Traducció
de
Manuel Hamerlinck]
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