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acerca de los trabajos y los
días puedo decir que no domé tigres en el asia no cabalgué
a lomo de elefantes cazando fantasmas en la niebla no
obligué la voz llamando a los otros changadores,
se sin
embargo la exacta huella donde tocar el hombro de una
mujer en solar desierto, mugriento, subiendo la sangre,
sangrando desde abajo, sudando en los trabajos y los
días, en la semipenumbra del día agonizante,
en la
entrepierna sibilante y lúbrica en la línea exacta de su
terminación donde espalda y nacimiento dejan lugar para
envainar sables de vigor y dolor.
[Jorge
Ernesto Olivera, Los
trabajos y los días]
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