Este don
El mar al fondo, estrecho
entre los árboles,
y el aire enternecido en la mañana
breve que se demora en la mirada.
y estar
por un momento eterno ahora,
y cómo nunca.
Un aria de barroca compostura
discurre por la casa, se aposenta
del lecho al ventanal, y de éste al día
de un espacio bastante: chimeneas,
pinos que van cayendo, algún ciprés
heraldo del mensaje que más dura.

Este don
injusto.

Leo del tigre la enjaulada furia,
veo barrotes en los titulares
sangrados del papel, y su entrecejo:
viajes al otro extremo de aquí mismo.
Y, cuando allí, de nuevo comprobado:
-No hay cambios, en efecto, pero algunos
afirman que, al viajar, se transformaron.

Seguiré aquí: este don
de poder respirar entre la asfixia,
de abrirse paso contra la anestesia,
de oír los estertores sin mentirlos,
de aplicarse a las notas frente al sordo
verdugo de noticias fidedignas,
desanima; pero hay que dar respuesta.

Seguiré aquí,
aún suenan por el mundo
la música barroca, la romántica,
las voces de protesta
y siempre un Réquiem. Y no cede el cántico
revuelto con el mar. Y hay tanto tiempo
que un día más será la vida entera,
multiplicada, sin cesar, tan breve.

Seguir,
y nada más. Es éste el don.
Es lo que queda.

                                                        [Luis Izquierdo, No hay que volver, Lumen, Barcelona 2003]

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