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[José María Álvarez]
 

E la nave va
El oro de los tigres
She's all states, and all princess, I, nothing else is
Black ant tan fantasy
(Nosotros, los de entonces)

El oro de los tigres

Otro poema de los dones

Delfos

Ein Rätsel ist reinentspringenes

 

E la nave va

-¡Y bien!¡Dígame que le ha ocurrido!- exclamó
Trotta como hablando en sueños.

Joseph Roth

Ocurre al otro lado de la vida.
Louis Ferdinand Céline

Pasas en la memoria suntuosa
imagen, con movimiento y resplandor
de tigre, deslumbrante, estremecedora grandeza.
Pasas.
Pasas.
Como aquel día pasaste
y como luego lo contaron
Plutarco, Shakespeare, tantos...
Pasas, oh nave de oro, oh nave de Cleopatra,
nave de los amantes,
cegando como el sol.

                               [Museo de cera, Renacimiento, Sevilla. 2002]

El oro de los tigres

-Está seguro el oro de Troya?-
Eurípides

Cuando la edad, como el Infierno
del Libro VI, a Eneas,
entre el lento cortejo de los días
perdidos
              a Dido te señale

                                       —No intentes
llamarla.
Contempla su pasar majestuoso,
mírala con orgullo.

Mas deja que tu corazón escuche
otras voces también en esa hora.

Vuelve la vista hacia tu flota,
al mar que hacia otras costas te destina.

Condenado a cerrar como Ulises
y al exilio con Dante,
hijo de esa otra raza que levanta
los Anales o Macbeth,

siente el viento en tus velas,
los hombres que te siguen desde Troya.
Ellos combatirán contigo en la mañana.

                                               [Museo de cera, Renacimiento, Sevilla. 2002]

She's all states, and all princess, I, nothing else is

Y abriendo las puertas vieron a Cleopatra muerta sobre un lecho de oro. De sus dos servidoras, la llamada Eira, yacía muerta a sus pies, y Carmión, con vacilante mano arreglaba la diadema sobre su cabeza. Díjole uno de los soldados "Con cuidado, Carmión", y ella respondió "Con toda la belleza, como conviene a quien era de tantos reyes desdendiente".
Plutarco

Cien años pasaría alabando
Tus ojos.                            
AndrewMarvell 

A María del Carmen Marí

Oh amor Camino
No menos helado que el Arte
Joya del Alcohol
Tigres en el crepúsculo
Olvidaremos juntos tu belleza

                                                                                 [Museo de cera, Renacimiento, Sevilla. 2002]

Black ant tan fantasy
(Nosotros, los de entonces)

Mucho antes de llevar nuestra idea a la práctica sabíamos que el posado de los tigres planteaba un doble problema, sentimental y moral... Se decidió por último que posaríamos uno.
Julio Cortázar

Y posamos un tigre

Y en aquella grandeza enloquecidos
Íbamos por el Mundo mientras fuera
Todo Madrid compraba dulces

                                                                                            [Museo de cera, Renacimiento, Sevilla. 2002]

El oro de los tigres.

Las voluptuosas estancias, despertadas
José Lezama Lima

El viejo Salgari. Después de tantos años
en que no me he atrevido a releleerlo,
y cómo sigue ahí metido
en el alma, colmado la imaginación
de ese anhelo sin nombre, inaprensible, mágico. Cuantas veces
aún resuenan en mis sueños sus bahías
remotas, y en mi boca el sabor
salobre
del viento marino, y oigo el fragor de animales y selvas feroces
y escucho cantos en la noche en misteriosas lenguas
y el ardor de hombres que danzan desafiando a la Fortuna y a la Muerte
alrededor de un fuego, haciendo brillar armas.
Todo lo que conserva —aventura y audacia—
aún en mi carne su alegría infantil.
El oro de los piratas, esa lumbre, ese relámpago
bestial
de la libertad sin regreso. Todo lo que es ansia
de un lugar en el mundo, y la violencia
que es nuestra raíz, y las rompientes
de coraje, de riesgo, donde nos medimos.
Ah, viejo camarada. Qué horas tan hermosas
vivimos juntos. Cómo
todavía
haces cantar a lo que en mí queda
de alegres y salvajes canciones corsarias.

                                                   [Museo de cera, Renacimiento, Sevilla. 2002]

                        

Otro poema de los dones*

Sosegada mansión de la grandeza
Diego de Torres y Villarroel

¿Será que de este sueño se recuerde?
Epístola moral a Fabio

Todo pasa y lo que ven tus ojos despiertos es como sueños
 Mutanabbi

Gracias quiero dar al sagrado
Azar, o al Libro donde todo estaba escrito,
Que forman este singular Universo,
Por la razón, que no cesará de soñar,
Por el rostro de Elena y la perseverancia de Ulises,
Por el amor que nos deja ver a ciertos seres
Cono si fueran dioses,
Por Monteverdi y la esmeralda de Góngora,
Por el París de mi juventud,
Por las amargas monedas de Villon,
Por Shakespeare
que acaso fijó el Universo,
Por el fulgor del fuego
Que ningún ser humano puede mirar sin un asombro antiguo,
Por la caoba, el vino y las rosas,
Por la sensibilidad de mi cuerpo,
Por la palabra divina de Juan de la Cruz,
Por ciertas vísperas y días de 1975,
Por los caballeros que junto a Lee
Dieron gloria a una fecha ante Richmond,
Por los días y noches de Istambul,
Por el arte de la amistad,
Por los últimos días de Hölderlin,
Por Montaigne, por Quevedo, por los cuadros de Velázquez,
Por aquel sueño oriental que soñó
Mil noches y una noche
Y por aquel otro sueño helado de Baudelaire,
Por las palabras de Tácito y Suetonio,
Por los films de Renoir, de Ford, de Walsh, de Greta Garbo,
Por Mozart,
Que hablaba con los ángeles en las calles de Viena,
por los ríos secretos e inmemoriales
Que convergen en mí,
Por las lenguas que he hablado y las vidas que he
Vivido o que quizá esté viviendo,
Por el mar que es la más grande y libre Aventura
Y el espejo más noble de nuestros sueños,
Por el oro abolido de Kavafis,
Por Joseph Haydn, por las páginas de Lampedusa.
Por el idioma de Inglaterra y el idioma de España,
Por el destino que aún relumbra en los versos de Virgilio,
Por las estaciones del año, por Roma, por Venezia,
Por los libros y los cuadros y la música
que conozco y amo y también por los muchos que ignoro,
Por Stendhal, por Chopin, por Beethoven,
Por los ojos de alguna mujer, por la Luna,
Por la vida que antiguas minorías consagraron como Arte,
Por las rayas del tigre,
Por la Universidad de Cambridge,
Por el cielo estrellado que contempla impasible nuestra suerte,
Por Flaubert y las joyas de Li Po y de Mutanabbi,
Por los españoles que sirvieron con lealtad a Roma,
Por los fondos de cristal de Verne,
Por el honor y la gloria de Manrique,
Por los árboles, por la prosa de Stevenson, por Lester Young,
Por el olvido, que anula o modifica el pasado,
Por la costumbre
Que nos repite y nos confirma como un espejo,
Por Mizogushi, por Borges, por Melville, por Welles, por Khayyam, por Hayek,
Vastos como la alta noche, su equilibrio y su astronomía,
Por el valor que el hombre ha demostrado
En ciertas cargas a caballo, ciertas navegaciones,
Por Swuift, Tolstoi, los cuadros de Rousseau, las canciones de Billie Holiday,
Por la patria, que yo he sentido lejos de la que debiera
Ser la mía, pero también a veces en algún paisaje
Del puerto que me vio nacer,
Por Cervantes, por Hume y Johann S. Bach
Por el hecho de que la Poesía es infinita
Y se confunde con la suma de las criaturas
Y no llegará jamás al último verso
Y varía según los hombres,
Por el ejemplo de orgullo de mi abuela en su muerte,
Por la luz de la lámpara de mi cama
Donde navega la Hispaniola, muere Cleopatra, Medea mata,
Por Rembrandt, por la paz de mi sueño,
Por haber aceptado la vida y la muerte,
Por mi vida, la más misteriosa forma del tiempo.

 

* Al llegar a esta página, el lector imaginará sorprendentes semejanzas con un poema de Borges. No indague vanas resonancias. Considerando la acordanza de nuestras devociones, he preferido a los vericuetos de la imitación la brillantez del plagio, modificando tan solo allí donde diferían las lealtades. Son cosas que suceden, precisamente, en las mejores familias.

                                                                      [Museo de cera, Renacimiento, Sevilla. 2002]

Delfos

¿Por qué estamos aquí?                                              
Para repasar en mi alma cada una de las sílabas aquí pronunciadas.
Wiliam Shakespeare

 

Puedo asegurar que el autor, en los más trágicos momentos, siempre encontró que ciertos pasajes de los clásicos—algunos versos de Esquilo, Lucrecio o Virgilio; o el sentido de algún discurso de Tucídides; o las huellas que ciertas formas de acritud o serenidad habían dejado en un Diálogo de Platón—se le venían a la memoria y le daban consuelo: Estos hombres habían recorrido el camino que nosotros, habían llegado más lejos, quizá hasta el fin, y la sabiduría de su experiencia más vasta y la acerbidad de un sufrimiento superior está expresada en la belleza de sus palabras.

Arnold Toynbee

Para Stephen Spender
por las horas magníficas
que hemos compartido

La misma fuerza misteriosa
ha configurado la Historia
como la superficie de esa piedra
que está junto a tus pies.
Esa veta son las campañas de Alejandro,
esa tonalidad la belleza del tigre,
esa faja Roma o
Federico el Grande,
contempla los cadáveres del Ganges,
eso es la peste y eso es el desierto.
Tómala en tu mano. Quema
de sol. Lisa. Una piedra.
Caída de un templo, o arancada
por un labriego, un animal, o por la lluvia. Lisa. Gastada. Una
piedra. Esa. O aquélla.
Es diferente. Pudo también ser otra
la Historia.
Sobre tu cabeza el sol de Homero y de Picasso;
brilló en Austerlitz y verá un planeta muerto. Tu sombra
va moviéndose en torno de tu cuerpo, fundiéndose
con raíces, polvo, escarabajos, hormigas.
Por esa Sacra Vía pasó Apolo coronado.
En esa roca la Sibila pronunciaba
su narración del mundo.
Vendrán los cristianos y olvidarán
esa gloria con su extraña
noción de la otra vida. Pero tú
que miras a la altura de tus ojos
a los dioses, es aquí donde hallas
tu medida, donde comprendes tus
límites, más también tu poder, y tu Destino, que los dioses
no han de tocar.
Mira el paso del sol sobre los secos campos.
Siente el aire caliente. Mira
los pájaros que a lo lejos cruzan
ante el vértigo de luz de las Fedríadas azules.
El silencio de los barrancos abrasados.
Las quebradas de olivares hacia Anfisa.
Las sagradas aguas de Itea.
Mira.
Ahí se alzó el templo.
Pudo no haberse alzado. Pudo
no existir
Grecia. No es menos extraña
que tú; no más que esa piedra
que toca tu mano.
Pero existió. Y tú ahora. Y tus ojos contemplan
lo que la más alta sabiduría imaginó
para que vivir fuera posible.
Un instante de gloria
en el discurso de la humanidad.
Y como todo hecho grandioso,
como todo gran hombre,
inexplicable, sin que jamás podamos comprender
por qué sucedió ni hacia dónde miraba.

                                                [Museo de cera, Renacimiento, Sevilla. 2002]

Ein Rätsel ist reinentsprungenes

—Era una noche azul serena, clara,
Que embebecido en plácido desvelo,
Alcé los ojos en tributo al cielo.
Nicomedes Pastor Díaz

Van los vagos acordes de mi Lira
entre el rumor universal dispersos.

Froilán Turcios

Naturaleza es, no sentimiento,
dijo Quevedo de la Muerte.
Y he ahí su rostro, sus ojos que hipnotizan
como el fuego,
su aire espeso como cristal triturado,
su irrespirable agujero
donde alguna vez estuvo.

¡No! ¡Fuera, puta! Pues no ha de ser tu copa
de la que yo beba la embriaguez que deseo.

Yo beberé en la copa de Venezia.
Dejo que su belleza me envuelva
como el olor de ciertas mujeres,
que meta su lengua con sabor de carmín y semen
en mi boca. Amo ese vino.

Sé que debo respetar la voracidad de esta bestia.
Entregarle a Venezia mi carne.
Paso la mano por los muros rojizos que se deshacen.
En el aire mojado de esta tarde de Otoño
sé que esta ciudad es mi defensa
contra la Muerte.
Como su belleza celebra en la pura transparencia
de las emanaciones marinas, más allá
del tiempo, sé que mi admiración
por ella me une
a su destino.

Qué fabulosa ganancia
bajo el zafiro de los cielos:
El velo de oro ardiente del crepúsculo
que rasga un pájaro. La desnudez jubilosa
de la luz
en la que tiembla el día
como un hilo de araña.
Todo lo que inmensamente sucede, depositándose.

¿Valdrías tú, Muerte, podrías
más que la seguridad en quien soy que aquí me arraiga?

Nada que tú puedas mostrarme,
ni los fastuosos tigres de tu odio,
ni ese instante cuando habitas el silencio de las Sirenas,
los túneles despojados donde prometes el apaciguamiento
de todo dolor,
                      nada
puedes jugarte contra mí
si esta ciudad me defiende,
si Venezia me custodia contra la Nada,
si mi amor por ella me salva.

Ciudad amada.
Como si cuanto ha de adorarse
se ofreciera en su forma más bella,
y al adorar lo incomprensible, humillo
mi voluntad. Y sólo
mis sentidos
                     arden
ante esa Belleza
como el vaho de Dios en un espejo.

 [Museo de cera, Renacimiento, Sevilla. 2002]

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