James Joyce
1.
Un mueble me habla,
es el discurso del zapato
en Trieste. Todo me amenaza:
un hombre de bronce,
una vaca para cada uno,
los estados sin religión,
(ese mal necesario).
Abanico en mano,
vengo a penalizarte.
La emperatriz me pisa,
camina por mi espalda,
vestida de seda,
los bigotes en punta
cuidadosamente esculpidos.
Abandono las ropas de hombre
cuando una niebla cubre al mundo.
Las rodillas desnudas, contra el suelo,
blancas, en silencio. Como el tigre
traicionado por sus amigos, el texto,
toda la vida ante sus ojos,
y una identidad perdida corre.
2.
Bailar con el brazo muy
levantado,
el pliegue al aire,
es lo más hermoso.
Soy el hijo de Bloom
dice la voz, susurra la voz
de la imagen materna,
arrepentido como una hiena,
apenas respirando.
Las visiones de la verdad
luminosa nos hacen temblar. El hijo
preocupado por la inmortalidad,
marcha como un soldado hambriento.
Pensando en cómo se cuenta
la historia, the story,
desde el lecho
de la concepción.
3.
Llega un terrible cansancio
después de haber viajado,
dormido entre las sábanas,
besado los frutos, el pez
cubierto de sabores.
Acabar es llegar.
Es siempre la flor de la mañana
y es la llave perfecta
de la temible cultura.
En voz baja. Dos cuerpos
separados en la madrugada.
Mensajera de viejos tiempos,
es la rumba. Es la obsesión
que le empuja a creer
en la identidad de Occidente.
(Islas)
Es el amor
ancestral femenino
por la piel
con manchas, tigres,
jaguares,
leopardos, ocelotes,
el leopardo
de las nieves, casi blanco
con esa
expresión de locura en el rostro.
Es como
decir —Maybe baby. Tal
vez, acaso,
quizás. Adverbio altanero que dice siempre puede ser.
La mujer
ama el color y la noche, el hombre también.
Es el gran
torbellino en las islas, donde los maestros
y las
maestras envidian la sexualidad de sus alumnos,
mientras la madurez corre y la juventud huye.
[Los fragmentos personales, Sagarossa:
Olifante, 1998]
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