|
LAFA
La fama
Haber
visto crecer a Buenos Aires, crecer y declinar.
Recordar el patio de tierra y la parra, el zaguán y el aljibe.
Haber heredado el inglés, haber interrogado el sajón.
Profesar el amor del alemán y la nostalgia del latín.
Haber conversado en Palermo con un viejo asesino.
Agradecer el ajedrez y el jazmín, los tigres y el hexámetro.
Leer a Macedonio Fernández con la voz que fue suya.
Conocer las ilustres incertidumbres que son la metafísica.
Haber honrado espadas y razonablemente querer la paz.
No ser codicioso de islas.
No haber salido de mi biblioteca.
Ser Alonso Quijano y no atreverme a ser don Quijote.
Haber enseñado lo que no sé a quienes sabrán más que yo.
Agradecer los dones de la luna y de Paul Verlaine.
Haber urdido algún endecasílabo.
Haber vuelto a contar antiguas historias.
Haber ordenado en el dialecto de nuestro tiempo las cinco o seis metáforas.
Haber eludido sobornos.
Ser ciudadano de Ginebra, de Montevideo, de Austin y (como todos los hombres)
de Roma.
Ser devoto de Conrad.
Ser esa cosa que nadie puede definir: argentino.
Ser ciego.
Ninguna de esas cosas es rara y su conjunto me depara una fama que no acabo
de comprender.
[La cifra]
Δ
LASHO
Las hojas del
ciprés
Tengo
un solo enemigo. Nunca sabré de qué manera pudo entrar en mi casa, la noche
del 14 de abril de 1977. Fueron dos las puertas que abrió: la pesada puerta
de calle y la de mi breve departamento. Prendió la luz y me despertó de una
pesadilla que no recuerdo, pero en la que había un jardín. Sin alzar la voz
me ordenó que me levantara y vistiera inmediatamente. Se había decidido mi
muerte y el sitio destinado a la ejecución quedaba un poco lejos. Mudo de
asombro, obedecí. Era menos alto que yo pero más robusto y el odio le había
dado su fuerza. Al cabo de los años no había cambiado; sólo unas pocas hebras
de plata en el pelo oscuro. Lo animaba una suerte de negra felicidad. Siempre
me había detestado y ahora iba a matarme. El gato Beppo
nos mirabas desde su eternidad, pero nada hizo para salvarme. Tampoco el
tigre de cerámica azul que hay en mi dormitorio, ni los hechiceros y genios
de los volúmenes de Las mil y una noches. Quise que algo me
acompañara. Le pedí que me dejara llevar un libro. Elegir una Biblia hubiera
sido demasiado evidente. De los doce tomos de Emerson mi mano sacó uno, al
azar. Para no hacer ruido bajamos por la escalera. Conté cada peldaño. Noté
que se cuidaba de tocarme, como si el contacto pudiera contaminarlo.
En la
esquina de Charcas y Maipú, frente al conventillo, aguardaba un cupé. Con un
ceremonioso ademán que significaba una orden hizo que yo subiera primero. El
cochero ya sabía nuestro destino y fustigó al caballo. El viaje fue muy lento
y, como es de suponer, silencioso. Temí (o esperé) que fuera interminable
también. La noche era de luna serena y sin un soplo de aire. No había un alma
en las calles. A cada lado del carruaje las casas bajas, que eran todas
iguales, trazaban una guarda. Pensé: Ya estamos en el Sur. Alto en la sombra
vi el reloj de una torre; en el gran disco luminoso no había guarismos ni
agujas. No atravesamos, que yo sepa, una sola avenida. Yo no tenía miedo, ni
siquiera miedo de tener miedo, ni siquiera miedo de tener miedo de tener
miedo, a la infinita manera de los eleatas, pero
cuando la portezuela se abrió y tuve que bajar, casi me caí. Subimos por unas
gradas de piedra. Había canteros singularmente lisos y eran muchos los
árboles. Me condujo al pie de uno de ellos y me ordenó que me tendiera en el
pasto, de espaldas, con los brazos en cruz. Desde esa posición divisé una
loba romana y supe dónde estábamos. El árbol de mi muerte era un ciprés. Sin
proponérmelo repetí la línea famosa: Quantum lenta solent
inter viburna cupressi.
Recordé
que lenta, en ese contexto, quiere decir flexible, pero nada tenían
flexibles las hojas de mi árbol. Eran iguales, rígidas y lustrosas y de
materia muerta. En cada una había un monograma. Sentí asco y alivio. Supe que
un gran esfuerzo podía salvarme. Salvarme y acaso perderlo, ya que, habitado
por el odio, no se había fijado en el reloj ni en las monstruosas ramas.
Solté mi talismán y apreté el pasto con las dos manos. Vi por primera y
última vez el fulgor del acero. Me desperté; mi mano izquierda tocaba la
pared de mi cuarto.
Qué
pesadilla rara, pensé, y no tardé en hundirme en el sueño.
Al
día siguiente descubrí que en el anaquel había un hueco; faltaba el libro de
Emerson, que se había quedado en el sueño. A los diez días me dijeron que mi
enemigo había salido de su casa una noche y que no había regresado. Nunca
regresará. Encerrado en mi pesadilla, seguirá descubriendo con horror, bajo
la luna que no vi, la ciudad de relojes en blanco, de árboles falsos que no
pueden crecer y nadie sabe qué otras cosas.
[Los
conjurados]
Δ
DIEBLA
Die Blätter der
Zypresse
Ich
habe einen einzigen Feind. Ich werde nie erfahren, wie er in mein Haus
gelangen konnte, in der Nacht des 14.April 1977. Zwei Türen hat er geöffnet:
die svhwere Tür zur Straße und die meines kleinen Appartements. Er machte
Licht und weckte mich aus einem Alptraum, an den ich mich nicht erinnere, in
dem es aber einen Garten gab. Ohne die Stimme zu heben befahl er mir, sofort
aufzustehen und mich anziziehen. Man hatte meinen Tod beschlossen, und der
für die Hinrichtung vorgesehene Ort war ein wenig entfernt. Ich gehorchte,
stumm vor Verblüffung. Er war kleiner als ich, aber kräftiger, und der Haß
hatte ihm Stärke gegeben. In all den Jahren hatter er sich nicht verándert;
nur ein paar Silberfäden im dunklen Haar. Eine Art schwarzer Seligkeit
bewegte ihn. Er hatte mich immer verabscheut, und nun würde er mich töten.
Der Kater Beppo betrachtete uns aus seiner Ewigkeit, tat aber nichts, um mich
zu retten, ebenso wenig der blaue Keramiktiger in meinem Schlafzimmer oder
die Magier und Dschinns der Bände von Tausendundeiner Nacht. Ich
wollte, daß mich etwas begleitete. Ich bat ihn, mich ein Buch mitnehmen zu
lassen. Eine Bibel zu wählen wäre allzu naheiligend gewesen. Aufs Geratewohl
zog meine Hand einen der zwölf Bände von Emerson heraus. Um keinen Lärm zu
machen, gingen wir die Treppe hinab. Ich zählte jede Stufe. Ich bemerkte, daß
er sich davor hütete, mich anzufassen, als ob der Kontakt ihn anstecken
könnte.
An
der Eke Charcas und Maipú, gegenüber der Mietskaserne, wartete ein Coupé. Mit
einer feierlichen Geste, die einen Befehl bedeutete, ließ er mich als ersten
einsteigen. Der Kutscher kannte unser Ziel schon und trieb das Pferd an. Die
Fahrt war sehr langsam und, wie su erwarten, stumm. Ich fürchtete (oder
hoffte), sie werde auch unendlich sein. Es war eine heitere Mondnacht,
ohneeinen Windhauch. Keine Menschenseele war auf den Straßen. Die niedrigen
Häuser zu beuden Seiten des Wagens, alle gleich, waren wie Posten. ich
dachte: Wir sind schon in der Südstad. Hoch in der Dunkelheit sah ich eine
Turmuhr; auf der großen leuchtenden Scheibe gabe es weder Ziffern noch
Zeiger. Soweit ich weiß, kreuzten wir keine einzige Avenida. Ich hatte keine
Angst, nicht einmal Angst davor, Angst zu haben, nicht einmal Angst davor,
Angst zu haben Angst zu haben, in eleatischer Unendilchkeit, aber als der
Wagenschlag sich öffnete und ich aussteigen mußte, fiel ich beinahe hin. Wir
gingen einige Steinstufen hinauf. Es gab dort eigenartig ebeneBeete und sehr
viele Bäume. Er führte mich zum Fuß eines der Bäume und befahl mir, mich ins
Gras zu legen, auf den Rücken, mit gekreuzten Armen. Aus dieser Lage sah ich
eine römische Wölfin und wußte, wo wir waren.Mein Todesbaum war eine
Zypresse. Ohne es zu wollen, wiederholte ich die berühmte Zeile:
Quantum lenta solent inter viburna cupressi.
Ich
bedachte, daß in diesem Zusammenhang lenta biegsam bedeutet, aber
die Blätter meines Baums hatten nichts Biegsames. Auf jedem stand ein
Monogramm. Ich empfand Ekel und Erleichterung. Ich begriff, daß eine große
Anstrengung mich retten konnte. Mich retten und ihn vielleicht verderben, da
er, erfüllt von seinem Haß, wedr auf die Uhr noch auf die monströsen Zweige geachtet
hatte. Ich ließ meinen Talisman los und preßte beide Hände ins Gras. Zum
ersten und letzten Mal sah ich den stahl aufblitzen. Ich erwachte; meine
linke Hand berührte die Wand meines Zimmers.
Was
für ein seltsamer Alptraum, dachte ich, und ich schlief gleich wieder ein.
Am
nächsten Tag entdeckte ich die leere Stelle im Regal; es fehlte das Buch von
Emerson, das im Traum geblieben war. Zehn Tage später erzählte man mir, mein
Feind habe nachts sein Haus verlassen und sei nicht zurückgekehrt. Er wird
nie heimkehren. Eingesperrt in meinem Alptraum wird er mit Grauen unter dem
Mond, den ich nicht sah, immer weiter die Stadt mit blanken Uhren entdecken,
mit falschen Bäumen, die nicht waschen können, und wer weiß mit welchen
anderen Dingen
Übersetzung: Gisbert
Haefs
Δ
LEO
Leones
Ni el
esplendor del cadencioso tigre
Ni del jaguar los signos prefijados
Ni del gato el sigilo. De la tribu
Es el menos felino, pero siempre
Ha encendido los sueños de los hombres.
Leones en el oro y en el verso,
En patios del Islam y en evangelios,
Vastos leones en el orbe de Hugo,
Leones de la puerta de Micenas,
Leones que Cartago crucifica.
En el violento cobre de Durero
Las manos de Sansón lo despedazan.
Es la mitad de la secreta esfinge
Y la mitad del grifo que en las cóncavas
Grutas custodia el oro de la sombra.
Es uno de los símbolos de Shakespeare.
Los hombres lo esculpieron con montañas
Y estamparon su forma en las banderas
Y lo coronan rey sobre los otros.
Con sus ojos de sombra lo vio Milton
Emergiendo del barro el quinto día,
Desligadas las patas delanteras
Y en alto la cabeza extraordinaria.
Resplandece en la rueda del Caldeo
Y las mitologías lo prodigan.
Un
animal que se parece a un perro
Come la presa que le trae la hembra.
[Historia
de la noche]
Δ
LOW
Löwen
Nicht
die Strahlkraft des harmonischen Tigers,
nicht des Jaguars vorbestimmte Zeichen,
nicht des Katers Geheimnis. Von der Sippe
ist er am wenigsten Katze, doch immer
hat er die Träume der Menschen entzündet.
Löwen in Gold und Löwen im Gedicht,
in Patios des Islam, in Evangelien,
weitläufige Löwen im Kosmos von
Hugo, Löwen des Tores von Mykene,
Löwen, von Karthago ans Kreuz geschlagen.
Im ungestümen Kupferstich von Dürer
reißen ihn die Hände Samsons in Stücke.
Er ist die Hälfte der geheimen Sphinx
und die Hälfte des Greifs, der in gewölbten
Grotten die Goldschätze des Schattens hütet.
Er ist eines der Symbole von Shakespeare.
Die Menschen haben ihn aus Fels gehauen,
seine Gestalt auf Banner übertragen
und krönen ihn zum König all der andren.
Mit seinen Schattenaugen sah ihn Milton
auftauchen aus dem Lehm am fünften Tag,
die Vorderbeine hoch gereckt und hoch
erhoben dieser ungeheure Kopf.
Er leuchtet aus dem Rade des Chaldiers,
und voll von ihm sind die Mythologien.
Ein
Tier, das einem Hund ähnelt, verschlingt
die Beute, die das Weibchen ihm gebracht hat.
Übersetzung: Gisbert Haefs
Δ
MIL
Mil novecientos
veintitantos
La
rueda de los astros no es infinita
Y el tigre es una de las formas que vuelven,
Pero nosotros, lejos del azar y de la aventura,
Nos creíamos desterrados a un tiempo exhausto,
El tiempo en el que nada puede ocurrir.
El universo, el trágico universo, no estaba aquí
Y fuerza era buscarlo en otros lugares;
Yo tramaba una humilde mitología de tapias y cuchillos
Y Ricardo pensaba en sus reseros.
No sabíamos que el porvenir encerraba el rayo,
No presentimos el oprobio, el incendio y la tremenda noche de la Alianza;
Nada nos dijo que la historia argentina echaría a andar por las calles,
La historia, la indignación, el amor,
Las muchedumbres como el mar, el nombre de Córdoba,
El sabor de lo real y de lo increíble, el horror y la gloria.
[El hacedor]
Δ
AUSDEN
Aus den zwanziger
Jahren
Das
Rad der Gestirne ist nicht unendlich,
und der Tiger ist eine der Formen, die wiederkehren,
wir aber, weitab von Zufall und Abenteuer,
glaubten uns verbannt in eine erschöpfte Zeit,
die Zeit, in der sich nichts ereignen kann.
Das Universum, das tragische Universum, war nicht hier,
und es war not, es an anderen Orten zu suchen;
ich spann eine schlichte Mythologie aus Mauern und Messern,
und Ricardo dachte an seine Viehzüchter.
Wir wußten nicht, daß die Zukunft den Blitz barg,
wir ahnten nicht voraus den Schimpf, den Brand und die gewaltige Nacht der
Allianz;
nichts sagte uns, daß die argentinische Geschichte durch die Straßen ziehen
würde,
die Geschichte, die Empörung, die Liebe,
die Menschenmassen wie das Meer, der Name Córdoba,
der Geschmack des Wirklichen und des Unglaublichen, das Entsetzen und der
Ruhm.
Übersetzung: Karl August Horst i Gisbert Haefs
Δ
MIU
Mi último tigre
En mi
vida siempre hubo tigres. Tan entretejida está la lectura con los otros
hábitos de mis días que verdaderamente no sé si mi primer tigre fue el tigre
de un grabado o aquel, ya muerto, cuyo terco ir y venir por la jaula yo
seguía como hechizado del otro lado de los barrotes de hierro. A mi padre le
gustaban las enciclopedias; yo las juzgaba, estoy seguro, por las imágenes de
tigres que me ofrecían. Recuerdo ahora los de Montaner y Simón (un blanco
tigre siberiano y un tigre de Bengala) y otro, cuidadosamente dibujado a pluma
y saltando, en el que había algo de río. A esos tigres visuales se agregaron
los tigres hechos de palabras: la famosa hoguera de Blake (Tyger, tyger, burning bright) y la
definición de Chesterton: Es un emblema de terrible elegancia. Cuando
leí, de niño, los Jungle Books, no dejó de apenarme que Shere
Kahn fuera el villano de la fábula, no el amigo del
héroe. Querría recordar, y no puedo, un sinuoso tigre trazado por el pincel
de un chino, que no había visto nunca un tigre, pero que sin duda había visto
el arquetipo del tigre. Ese tigre platónico puede buscarse en el libro de
Anita Berry, Art for Children.
Se preguntará razonablemente ¿por qué tigres y no leopardos o jaguares? Sólo
puedo contestar que las manchas me desagradan y no las rayas. Si yo escribiera
leopardo en lugar de tigre, el lector intuiría inmediatamente que
estoy mintiendo. A esos tigres de la vista y del verbo he agregado otro que
me fue revelado por nuestro amigo Cuttini, en el
curioso jardín zoológico cuyo nombre es Mundo Animal y que se abstiene de
prisiones.
Este
último tigre es de carne y hueso. Con evidente y aterrada felicidad llegué a
ese tigre, cuya lengua lamió mi cara, cuya garra indiferente o cariñosa se
demoró en mi cabeza, y que, a diferencia de sus precursores, olía y pesaba.
No diré que ese tigre que me asombró es más real que los otros, ya que una
encina no es más real que las formas de un sueño, pero quiero agradecer aquí
a nuestro amigo ese tigre de carne y hueso que percibieron mis sentidos esa
mañana y cuya imagen vuelve como vuelven los tigres de los libros.
[Atlas]
Δ
OTRAVER
Otra versión de
Proteo
Habitador
de arenas recelosas,
Mitad dios y mitad bestia marina,
Ignoró la memoria, que se inclina
Sobre el ayer y las perdidas cosas.
Otro tormento padeció Proteo
No menos cruel, saber lo que ya encierra
El porvenir: la puerta que se cierra
Para siempre, el troyano y el aqueo.
Atrapado, asumía la inasible
Forma del huracán o de la hoguera
O del tigre de oro o la pantera
O de agua que en el agua es invisible.
Tú también estás hecho de inconstantes
Ayeres y mañanas. Mientras, antes...
[La
rosa profunda]
Δ
ANDERE
Andere Fassung von
Proteus
Er
war Bewohner argwöhnischer Sände,
halb war er Gott und halb ein Meerestier,
und kannte er nicht das Gedächtnis, das sich
über das Gestern und Verlorenes neigt.
Weitere Qual erlitt Proteus, nicht minder
grausam - zu kennen, was die Zukunft längst
schon birgt: die Tür, die sich für immer schließt,
jeden Trojaner und jeden Achaier:
Bedrängt nahm er die ungreifbare Form
des Sturmes oder die des Feuers an,
des goldenen Tigers oder des Panthers
oder des Wassers, unsichtbar im Wasser.
Auch du bestehst aus unbeständigen
Gestern und Morgen. Währenddessen, vorher...
Übersetzung:
Gisbert Haefs
Δ
OUTRAV
Outra
versão de Proteu
Habitante de areias receosas,
Meio deus, meio fera marinha,
Ignorou a memória, que definha
Sobre o ontem e as perdidas coisas.
Outro tormento padeceu Proteu
Não menos cruel, saber o que encerra
O futuro: uma porta que cerra
Para sempre, o troiano e o aqueu.
Capturado, tomava a inapreensível
Forma do furacão
e da fogueira
Ou do tigre de ouro ou da pantera
Ou de água que na água é invisível.
Tu também estás feito de inconstantes
Ontems e amanhãs. No entanto, antes…
Tradução
de Josely Vianna Baptista
Δ
OTROPO
Otro poema de los dones
Gracias quiero dar a divino
Laberinto de los efectos y de las causas
Por la diversidad de las criaturas
Que forman este singular universo,
Por la razón, que no cesará de soñar
Con un plano del laberinto,
Por el rostro de Elena y la perseverancia de Ulises,
Por el amor que nos deja ver a los otros
Como los ve la divinidad,
Por el firme diamante y el agua suelta,
Por el álgebra, palacio de precisos cristales,
Por las místicas monedas de Ángel Silesio,
Por Schopenhauer,
Que acaso descifró el universo,
Por el fulgor del fuego
Que ningún ser humano puede mirar sin un asombro antiguo,
Por la caoba, el cedro y el sándalo,
Por el pan y la sal,
Por el misterio de la rosa
Que prodiga color y que no lo ve,
Por ciertas vísperas y días de 1955,
Por los duros troperos que en la llanura
Arrean los animales y el alba,
Por la mañana en Montevideo,
Por el arte de la amistad,
Por el último día de Sócrates,
Por las palabras que en un crepúsculo se dijeron
De una cruz a otra cruz,
Por aquel sueño del Islam que abarcó
Mil noches y una noche,
Por aquel otro sueño del infierno,
De la torre del fuego que purifica
Y de las esferas gloriosas,
Por Schwedenborg,
Que conversaba con los ángeles en las calles de Londres,
Por los ríos secretos e inmemoriales
Que convergen en mí,
Por el idioma que, hace siglos, hablé en Nortumbría,
Por la espada y el arpa de los sajones,
Por el mar,
que es un desierto resplandeciente
Y una cifra de cosas que no sabemos
Y un epitafio de los vikingos,
Por la música verbal de Inglaterra,
Por la música verbal de Alemania,
Por el oro, que relumbra en los versos,
Por el épico invierno,
por el nombre de un libro que no he leído:
Gesta Dei per Francos,
por Verlaine, inocente como
los pájaros,
Por el prisma de cristal y la pesa de bronce,
por las rayas del tigre,
por las altas torres de San Francisco y de la isla de Manhattan,
por la mañana en Texas,
Por aquel sevillano que redactó la Epístola Moral
y cuyo nombre, como él hubiera preferido, ignoramos,
Por Séneca y Lucano, de Córdoba,
Que antes del español escribieron
Toda la literatura española,
Por el geométrico y bizarro ajedrez,
Por la tortuga de Zenón y el mapa de Royce,
por el olor medicinal de los eucaliptos,
Por el lenguaje, que puede simular la sabiduría,
Por el olvido, que anula o modifica el pasado,
Por la costumbre,
Que nos repite y nos confirma como un espejo,
Por la mañana, que nos depara la ilusión de un principio,
Por la noche, su tiniebla y su astronomía,
Por el valor y la felicidad de los otros,
Por la patria, sentida en los jazmines
O en una vieja espada,
Por Whitman y Francisco de Asís, que ya escribieron
el poema,
Por el hecho de que el poema es inagotable
Y se confunde con la suma de las criaturas
Y no llegará jamás al último verso
Y varía según los hombres,
Por Frances Haslam, que
pidió perdón a sus hijos
Por morir tan
despacio,
Por los minutos que preceden al sueño,
Por el sueño y la muerte,
Esos dos tesoros ocultos,
Por los íntimos dones que no enumero,
Por la música, misteriosa forma del tiempo.
[El otro, el mismo]
Δ
WEITERES
Weiteres
Gedicht von den Gaben
Dank wil ich sagen dem göttlichen
Labyrinth der Wirkungen und der Ursachen
für die Vielfalt der Geschöpfe,
die dieses einzigartige Universum bilden,
für den Verstand der nicht aufhören wird, eine Karte
dieses Labyrinths zu erträumen,
für das Antliz der Helena, die Beharrlichkeit des Odysseus,
für die Liebe, die uns die anderen sehen läßt
wie die Gottheit sie sieht,
für den festen Diamanten und das geschmeidige Wasser,
für die Algebra, Palast präziser Kristalle,
für die mystischen Münzen des Angelus Silesius,
für Schpenhauer,
der vielleicht das Universum entzifferte,
für das Flammen des Feuers,
das kein Mensch ohne uraltes Staunen betrachten kann,
für Mahagoni, Zeder und Sandelholz,
für das Brot und das Salz,
für das Mysterium der Rose,
die Farbe spendet und sie nicht sieht,
für gewisse Abende und Tage 1955,
für die harten Hirten, die in der Ebene
das Vieh und den Morgen zusammentreiben,
für den Morgen von Montevideo,
für die Kunst der Freundschaft,
für Sokrates'letzen Tag,
für die Worte, gesprochen in einer Dämmerung
von einem Kreuz zum anderen,
für jenen Traum des Islam, der umfaßte
tausend Nächte und eine Nacht,
für jenen anderen Traum von der Hölle,
vom Turm des läuternden Feuers
und von den glorreichen Sphären,
für Schwedenborg,
der in den Straßen von London mit den Engeln sprach,
für die geheimen und unerinnerten Flüsse,
die sich in mir mischen,
für die Sprache, die ich vor Jahrhunderten in Northumbrien sprach,
für das schwert und die Harfe der sachsen,
für das Meer, das eine schimmernde Wüste ist
und ein Schlüssel zu Dingen, die wir nicht kennen,
und ein Grabspruch der Wikinger,
für die Wortmusik Englands,
für die Wortmusik Deutschlands,
für das Gold, das Verse erleuchtet,
für den epischen Winter,
für den Titel eines Buches , das ich nicht gelesen habe:
Gesta Dei per Francos,
für Verlaine, unschuldig wie die Vögel,
für das kristallenen Prisma und das Bronzegewicht,
für die Streifen des Tigers,
für die hohen Türme von San Francisco und der Insel Manhattan,
für den Morgen in Texas,
für jenen Sevillaner, der die Moralische Epistel verfaßte
und dessen Namen, wie er es gewollt hätte, wir nicht kennen,
für Seneca und Lucanus aus Córdoba,
die alle spanische Literatur schrieben, ehe es Spanisch gab,
für das geometrische und ritterliche Schachspiel,
für die Schildkr¨te des Zenon und die Karte von Royce,
für den Arzneiduft der Eukalyptusbäume,
für die Sprache, die Weisheit vortäuschen kann,
für das Vergessen, das Vergangenes auslöscht oder verändert,
für die Gewohnheit,
die uns wiederholt und bekräftigt wie ein Spiegel,
für den Morgen, der uns die Illusion eines Anfangs beschert,
für die Nacht, ihr Dunkel und ihre Astronomie,
für den Mut und das Glück der anderen,
für das Vaterland, gespürrt im
Jasmin
oder in einem alten Degen,
für Whitman und Franz von Assisi, die das Gedicht längst geschrieben
haben,
dafür, daß das Gedicht unerschöpflich ist
und sich mit der Summe der Geschöpfe vermischt
und niemals zum letzten Vers kommen wird
und wechselt, gemäß den Menschen,
für Frances Haslam, die die Verzeihung ihrer Kinder erbat,
weil sie so langsam starb,
für die Minuten, die dem Schlaf vorangehen,
für den Schlaf und den Tod,
diese beiden verborgenen Schätze,
für die innigen Gaben, die ich nicht erwähne,
für die Musik, mysteriöse Gestalt der Zeit.
Übersetzung:
Gisbert Haefs
Δ
OUTROP
Outro
poema dos dons
Graças quero dar ao divino
labirinto de efeitos e causas
pela diversidade das criaturas
que formam este singular universo,
pela razão, que não deixará de sonhar
com um plano para o labirinto,
pela face de Helena e a perseverança de Ulisses,
pelo amor, que nos deixa ver os outros
como os vê a divindade,
pelo firme diamante e água solta,
pela álgebra, palácio de precisos cristais,
pelas místicas moedas de Ângelo Silésio,
por Schopenhauer,
que talvez decifrou o universo,
pelo fulgor do fogo,
que nenhum ser humano pode olhar sem assombro antigo,
pelo mogno, o cedro, o sândalo,
pelo pão e o sal,
pelo mistério da rosa
que prodigaliza cor e não a vê,
por certas vésperas e dias de 1955,
pelos duros tropeiros que na planície fustigam os animais e a alva,
pela manhã em Montevidéu,
pela arte da amizade,
pelo último dia de Sócrates,
pelas palavras que no crepúsculo disseram
de uma cruz a outra cruz,
por aquele sonho do Islã que abarcou
mil e uma noites,
por aquele outro sonho do inferno,
da torre do fogo que purifica
e das esferas gloriosas,
por Swedenborg,
que conversava com os anjos nas ruas de Londres.
pelos rios secretos e imemoriais
que convergem em mim,
pelo idioma que, há séculos, falei em Nortúmbria,
pela espada e a harpa dos saxônios,
pelo mar, que é um deserto resplandecente
e uma cifra de coisas que não sabemos
e um epitáfio dos vikings,
pela música verbal da Inglaterra,
pela música verbal da Alemanha, pelo ouro que reluz nos versos,
pelo inverno épico,
pelo nome de um livro que não li: Gesta Dei per Francos,
por Verlaine, inocente como os pássaros,
pelos prismas de cristal e o peso de bronze,
pelas raias do tigre,
pelas altas torres de São Francisco e da ilha de Manhattan,
pela manhã no Texas,
por aquele sevilhano que redigiu a Epístola Moral
e cujo nome, como ele houvera preferido, ignoramos,
por Sêneca e Lucano de Córdoba,
que antes do espanhol escreveram
toda a literatura espanhola,
pelo geométrico e bizarro xadrez,
pela tartaruga de Zenão e o mapa de Royce,
pelo odor medicinal do eucalipto,
pela linguagem, que pode simular a sabedoria,
pelo esquecimento, que anula ou modifica o passado,
pelo hábito,
que nos repete e nos confirma como um espelho,
pela manhã, que nos proporciona a ilusão de um começo,
pela noite, sua treva e sua astronomia,
pelo valor e a felicidade dos outros,
pela pátria, sentida nos jasmins
ou numa velha espada,
por Whitmann e Francisco de Assis, que já
escreveram o poema,
pelo fato de que o poema é inesgotável
e se confunde com a soma das criaturas
e jamais chegará ao último verso
e varia segundo os homens,
por Francisco Haslam, que pediu perdão aos filhos
por morrer tão devagar,
pelos minutos que precedem o sono,.
pelo sono e pela morte,
esses dois tesouros ocultos,
pelos íntimos dons que não enumero,
pela música, misteriosa forma do tempo.
Tradução:
Paulo Mendes Campos
Δ
UNALTRA
Un’altra poesia dei doni
Ringraziare voglio il divino
labirinto degli effetti e delle cause
per la diversità delle creature
che compongono questo singolare universo,
per la ragione, che non cesserà di sognare
un qualche disegno del labirinto,
per il viso di Elena e la perseveranza di Ulisse,
per l’amore, che ci fa vedere gli altri
come li vede la divinità,
per il saldo diamante e l’acqua sciolta,
per l’algebra, palazzo dai precisi cristalli,
per le mistiche monete di Angelus Silesius,
per Schopenhauer,
che forse decifrò l’universo,
per lo splendore del fuoco
che nessun essere umano può guardare senza uno stupore antico,
per il mogano, il cedro e il sandalo,
per il pane e il sale,
per il mistero della rosa
che prodiga colore e non lo vede,
per certe vigilie e giornate del 1955,
per i duri mandriani che nella pianura
aizzano le bestie e l’alba,
per il mattino a Montevideo,
per l’arte dell’amicizia,
per l’ultima giornata di Socrate,
per le parole che in un crepuscolo furono dette
da una croce all’altra.
per quel sogno dell’Islam che abbracciò
mille notti e una notte,
per quell’altro sogno dell’inferno,
della torre del fuoco che purifica,
e delle sfere gloriose,
per Swedenborg,
che conversava con gli angeli per le strade di Londra,
per i fiumi segreti e immemorabili
che convergono in me,
per la lingua che, secoli fa, parlai nella Northumbria,
per la spada e Tarpa dei sassoni,
per il mare, che è un deserto risplendente
e una cifra di cose che non sappiamo,
per la musica verbale dell’Inghilterra,
per la musica verbale della Germania,
per l’oro, che sfolgora nei versi,
per l’epico inverno,
per il nome di un libro che non ho letto: Gesta Dei per Francos
per Verlaine, innocente come gli uccelli,
per il prisma di cristallo e il peso d’ottone,
per le strisce della tigre,
per le alte torri di San Francisco e dell’isola di Manhattan
per il mattino nel Texas,
per quel sivigliano che stese l’Epistola Morale
e il cui nome, come egli avrebbe preferito, ignoriamo,
per Seneca e Lucano, di Cordova,
che prima dello spagnolo scrissero
tutta la letteratura spagnola,
per il geometrico e bizzarro gioco degli scacchi,
per la tartaruga di Zenone e la mappa di Royce,
per l’odore medicinale degli eucalipti,
per il linguaggio, che può simulare la sapienza,
per l’oblio, che annulla o modifica il passato,
per la consuetudine,
che ci ripete e ci conferma come uno specchio,
per il mattino, che ci procura l’illusione di un principio
per la notte, le sue tenebre e la sua astronomia,
per il coraggio e la felicità degli altri,
per la patria, sentita nei gelsomini
o in una vecchia spada,
per Whitman e Francesco d’Assisi, che scrissero già questa poesia,
per il fatto che questa poesia è inesauribile
e si confonde con la somma delle creature
e non arriverà mai all’ultimo verso
e cambia secondo gli uomini,
per Frances Haslam, che chiese perdono ai suoi figli
perché moriva così lentamente,
per i minuti che precedono il sonno,
per il sonno e la morte,
per due tesori occulti,
per gli intimi doni che non elenco,
per la musica, misteriosa forma del tempo.
Δ
SIMON
Simón Carbajal
En
los campos de Antelo, hacia el noventa
Mi padre lo trató. Quizá cambiaron
Unas parcas palabras olvidadas.
No recordaba de él sino una cosa:
El dorso de la oscura mano izquierda
Cruzado de zarpazos. En la estancia
Cada uno cumplía su destino:
Éste era domador, tropero el otro,
Aquél tiraba como nadie el lazo
Y Simón Carbajal era el tigrero.
Si un tigre depredaba las majadas
O lo oían bramar en la tiniebla,
Carbajal lo rastreaba por el monte.
Iba con el cuchillo y con los perros.
Al fin daba con él en la espesura.
Azuzaba a los perros. La amarilla
Fiera se abalanzaba sobre el hombre
Que agitaba en el brazo izquierdo el poncho,
Que era escudo y señuelo. El blanco vientre
Quedaba expuesto. El animal sentía
Que el acero le entraba hasta la muerte.
El duelo era fatal y era infinito.
Siempre estaba matando al mismo tigre
Inmortal. No te asombre demasiado
Su destino. Es el tuyo y es el mío,
Salvo que nuestro tigre tiene formas
Que cambian sin parar. Se llama el odio,
El amor, el azar, cada momento.
[La rosa
profunda]
Δ
SINONC
Simón Carbajal
Auf
den Feldern Antelos, anno neunzig,
traf ihn mein Vater. Vielleicht haben sie
knappe vergessene Worte gewechselt.
Er wußte von ihm nur dies eine noch:
den Rücken seiner dunklen linken Hand
von Krallen überfurcht. Auf der Estancia
erfüllte jeder seine Schicksaispflicht:
Dieser war Zureiter, ein andrer Treiber,
jener warf wie kein anderer das Lasso,
und Simón Carabajal war der tigrero.
Wenn ein Tiger die Schafherden verheerte
oder man ihn im Dunkei brüllen hörte,
folgte Carbajal ihm durchs Unterholz.
Er nahm nur das Messer mit und die Hunde.
Er ließ die Hunde los. Das gelbe Raubtier
stürzte sich auf den Mann, der mit dem linken
Arm seinen Poncho schüttelte, der ihm
ein Schild und Köder war. Der weiße Bauch
des Tigers war entblößt. Das Tier empfand,
wie ihm der Stahl in den Leib drang, zum Tod.
Das Duell war fatal und war unendlich.
Immer hat er den seiben unsterblichen
Tiger getötet. Sein Los sollte dich
nicht allzu sehr erstaunen. Es ist deines
und meines, nur hat unser Tiger Formen,
die unaufhörlich wechseln. Er heibt Haß,
heibt Liebe, Zufall und jeder Moment.
Übersetzung:
Gisbert Haefs
Δ
SU
Susana Soca
Con
lento amor miraba los dispersos
Colores de la tarde. Le placía
Perderse en la compleja melodía
O en la curiosa vida de los versos.
No el rojo elemental sino los grises
Hilaron su destino delicado,
Hecho a discriminar y ejercitado
En la vacilación y en los matices.
Sin atreverse a hollar este perplejo
Laberinto, atisbaba desde afuera
Las formas, el tumulto y la carrera,
Como aquella otra dama del espejo.
Dioses que moran más allá del ruego
La abandonaron a ese tigre, el Fuego.
[El oro de
los tigres]
Δ
SUS
Susana Soca
Mit
langsamer Liebe sah sie des Abends
verstreute Farben. Es gefiel ihr, sich
zu verlieren im verwobenen Klingen
oder seitsamen Leben der Gedichte.
Nicht das elementare Rot, die grauen
Töne sponnen ihr zierliches Geschick,
bestimrnt, zu unterscheiden, und erfahren
im Abwägen und in Schattierungen.
Ohne den Drang, dies wirre Labyrinth
je zu betreten, sah sie doch von außen
die Formen, das Gerangel und die Hetze,
wie jene andere Dame des Spiegels.
Götter, die jenseits aller Bitte weilen,
gaben sie diesem Tiger hin, dem Feuer.
Übersetzung: Karl August Horst i Gisbert Haefs
Δ
SUSA
Susana Soca.
With lingering love she gazed at the dispersed
Colors of dusk. It pleased her utterly
To lose herself in the complex melody
Or in the cunous life to be found in verse.
lt was not the primal red
but rather grays
That spun the fine thread of her destiny,
For the nicest distinctions and all spent
In waverings, ambiguities, delays.
Lacking the nerve to tread this treacherous
Labyrinth, she looked in on, whom without,
The shapes, the turbulence, the striving rout,
(Like the other lady of the looking glass.)
The gods that dwell too far away for prayer
Abandoned her to the final tiger, Fire.
Δ
SUSAN
Susana Soca.
Com lento amor olhava os dispersos
Tons da tarde. A ela comprazia
Perder-se na complexa melodia
Ou na curiosa vida dos versos.
Não o rubro elemental mas
os cinzentos
Fiaram seu destino delicado,
Feito a discriminar e exercitado
Na vacilação e nos matizes.
Sem se atrever a andar neste perplexo
Labirinto, olhava lá de fora
As formas, o tumulto e a carreira,
Como aquela outra dama do espelho.
Deuses que habitam para lá do rogo
Abandonaram-na a esse tigre, o Fogo.
Δ
TA
Tankas
1
Alto en la
cumbre
todo el jardín es luna,
luna de oro.
Más precioso es el roce
de tu boca en la sombra.
2
La voz del
ave
que la penumbra esconde
ha enmudecido.
Andas por tu jardín.
Algo, lo sé, te falta.
3
La ajena
copa,
la espada que fue espada
en otra mano,
la luna de la calle,
¿dime, acaso no bastan?
4
Bajo la luna
el tigre de oro y sombra
mira sus garras.
No sabe que en el alba
han destrozado un hombre.
5
Triste la
lluvia
que sobre el mármol cae,
triste ser tierra.
Triste no ser los días
del hombre, el sueño, el alba.
6
No haber
caído,
como otros de mi sangre,
en la batalla.
Ser en la vana noche
él que cuenta las sílabas
[El oro de los tigres]
Δ
TAN
Tankas
1
Alto no cimo
Todo o jardim é lua,
É lua de ouro.
Mais precioso é roçar
Tua boca na sombra.
2
A voz da ave
Que esta penumbra esconde
Emudeceu.
Andas plo teu jardim.
Qualquer coisa te falta.
3
A alheia taça,
A espada que foi espada
Na outra mão,
A luz dessa rua,
Diz-me, talvez não bastem?
4
À luz da lua
O tigre de ouro e sombra
Olha as suas garras.
Não sabe que na aurora
Destruíram um homem.
5
É triste a chuva
Caindo sobre o mármore,
Triste ser terra.
Triste não ser os dias
Do homem, o sono, a alba.
6
Não ter caído
Como outros do meu sangue
Nessas batalhas.
Ser na noite mais vã
Aquele que conta as sílabas.
Δ
TANK
Tankas
1
Högt på höjdrönet
Är hela trädgården måne,
En gyllene måne.
Dyrbarare är beröringen
Av din mun i skuggan.
2
Rösten från fågel
som halvdunklet gömmer
har tystnat
Du går på din trädgård
Jag vet du saknar något.
3
Den främmande bägaren,
Svärdet som var svärd
I en annans hand,
Månen över gatan,
Säg, räcker det inte?
4
Under månen betraktar
tiger av guld och skugga
sina klor.
Han vet inte att de i gryningen
slitit sönder en människa.
5
Sorgset är regnet
som faller över marmorn,
sorgset att vara jord,
sorgset att inte vara
människans dagar, drömmen, gryningen
6
Ack, att inte
ha stupat
som andra av in släkt
på slagfältet,
att vara den som i den tomma
natten
räknar stavelserna.
Δ
|
|