| Para Isabel y Marco Antonio
        González Miro un agua inclinada que golpeacon sus líquidos lanzas de punta envenenada
 el turbio metal sordo de automóviles roncos
 el asfalto y las vías condenadas del tren
 el techo de las fábricas hostiles
 las ventanas más sucias
 los muros de tezontle
 los techos pobres de la tarde en ruinas
 la luz deshilachada de las tiendas
 los puestos ambulantes
 el uniforme de los policías
 los paraguas oscuros
 los zapatos oscuros
 el interior oscuro de los oficinistas
 La lluvia busca grietas en el mundo hunde el asfalto su
 bastón de ciega
 Sus puntas de cristal cazan consignas
 cansinos pasos de trabajadores
 inclusas batallas amorosas
 niños drogados con mirada de agua que llevan en sus
 párpados dormidos
 un rencor turbulento
 Golpes enloquecidos de la lluvia que cae taladrando los
 puentes los tranvías
 y reúne bajo tibias marquesinas grasientas
 una dócil centena de humanas humedades:
 esbeltas secretarias de estériles afeites
 hastiados dependientes de sienes trepanadas
 matronas estropeadas del traje hasta la frente
 Están los hombres frágiles y los trabajadores
 de overoles azules que un silbato dispersa
 Y los aparadores vacíos (sin miradas)
 La basura en sus botes
 Los policías en sus uniformes
 Hay un silencio espeso pesado pegajoso
 Un silencio total de tacto fresco
 que se vuelve más frío cada vez:
 estilete de hielo en ráfagas furiosas
 que traspasa los recios barrotes de la lluvia
 y acalla los rumores las voces los pregones:
 Me hundo en mí
 Y nadie toca este silencio frágil
 Nadie rompe esta cápsula
 Nadie se mira
 Todos han callado
 (Qué inmenso grupo de personas sin cara)
 Aquí en el lugar que ocupo
 No hay realmente nadie
 Todos nos hemos ido
 Todos fuimos lavados
 borrados por el agua
 También fue eliminada la ciudad por la niebla
 Sólo la lluvia es real
 En sus lodosas aguas
 miro flotar los últimos residuos de la tarde
 Pero una nueva ráfaga me expulsa de mí mismo:
 la delirante lluvia
 como un licor salvaje que un relámpago agita
 El cielo
 inmenso tigre de relámpagos ebrios
 que sacude de pronto su pesada cabeza
 su espesa baba líquida y brutal
 y golpea con más fuerza la tarde carcomida
 Acida lluvia ciega
 Acida lluvia en turbios latigazos de sombra.
         
          Para Balam, 
        mi hijo   
        I   
        Llueve.Llueve desde hace días.
   
        Hoy desperté con una sensación de tibia soledad.   
        Desde mi hamaca escucho el chasquido parejo de la lluvia. 
        Días atrás los chicleros mataron un gran tigre:me dolió, pero me gustaría llevarme la piel para que
 en ella duermas.
   
        Ayer salí a caminar bajo la lluvia en ruinas:un día estaremos juntos paseando entre estos árboles,
 contemplando estas piedras.
   
        La lluvia hace sentir un aire tembloroso que llegahasta los huesos
 y se va por segundos
 y regresa
 más callado que antes todavía.
   
        Doy gracias a la lluvia. Gracias a la 
        mañana que avanza con paso sigiloso. Gracias al 
        jaguar 
        que dejó su huella sobre la tierra blanda de la selva. Gracias a mi 
        hamaca compañera, al cielo desatado, a mi memoria niña de siete meses 
        que arranca desde tu primer día.     
        II   
        Viene la noche pariendo nieblaSoplando lenguas de líquido dolor
   
        Viene la lluvia pasos de tigrilloViene la noche tapir ciego
 Viene el hambre puma grande
 Viene mi hijo sonrisa de la selva
 Fruto silvestre Tempestad de alegría
   
        Mi hijo viene guacamaya   
        Viene mi hijo quetzalViene el tigre niño
 Viene Balam Balam Balam
 
        Se alegra y se retira la noche nauyaca   
        Atrás viene la gran Lunacon pasos de tortuga.
   
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