homesick: susana klein
/ Evelyn Blaut | sèrieAlfa 93
Imatge: Tomeu Caldentey Julià, La claror
homesick: susana klein
he arrojado la máscara sin saber que ella era el
mundo
susana thénon
tu madre ha
muerto
esta
madrugada, estaba esperando que fueran
las seis
para avisarte, ven lo más rápido posible
para
disponer del cuerpo.
fue eso lo
que me dijo el médico.
el entierro
fue el mismo día la tumba
y el ataúd
los pagó alguien
y nunca
volví a visitarla.
mis compañeros
de trabajo
que apenas
hablaban conmigo
vinieron al
velatorio
lo que sea
con tal de salir de una fábrica
con cámaras
vigilando el trabajo diario
y las horas
exactas de
fichar —nada como un paseo
por
el cementerio. al
contrario
que mis
compañeros que volvieron
la semana
siguiente a hablar apenas conmigo
no veía la
hora de fingir
que la vida
era una secuencia de burocracias.
no me
gustan los cementerios.
los de mi
ciudad no son
como el père-lachaise
obligatorio
en los itinerarios de turistas
que desean
por fin
conocer a jim y a oscar.
aquel día
no conseguí sentir
el olor de
los muertos. no sé todavía hoy
si
realmente es tan dulce como dicen. recuerdo que
aquel día
—fue una tarde calurosa
de
diciembre— recibí abrazos de persones
que talvez
ni recuerden mi nombre
pero
recuerdo los abrazos y de los olores
de los
abrazos de los desodorantes de supermercado
de las
imitaciones de kouros y de los armanis
duty-free que ardían en aquella tarde
calurosa de
diciembre. recuerdo a las amigas
más
preocupadas en mostrar la regata del culo
en caso de
que se agachasen para consolarme.
y aun veo a
mis compañeros que llegan
al
cementerio en una furgoneta en modo excursión.
tres años
después ya no trabajaba en la fábrica
pero
recordé aquel día
recordé que
debía volver al cementerio
para
reclamar los restos mortales de mi madre
pero no
sabía cómo me había de comportar durante la exhumación
si sería
una ceremonia si podría esperar en una sala
si me entregarían unos huesos y unos cabellos
con tierra quizás —y serían realmente de ella
o serían realmente ella? —si ellos los
guardarían
en una caja y me la entregarían como
una herencia. no fui.
los cementerios de mi ciudad no son
lugares de paseo ni de picnic ni must visit
en el caso que seas un turista cool. en mi ciudad
quien frecuenta los cementerios son los
enterradores
los consumidores de crac y los huérfanos. en mi
ciudad
no puedo hablar por los enterradores
pero nosotros los huérfanos
también nos paseamos por los
shopping centers.
de aquella tarde recuerdo las oraciones
y el sermón conmovedor que dedicaron a mi madre
con el rosario en la mano que, menos mal, no
oyó. el sermón
decía que ella no se tenía que preocupar que
cuidarían de mí
aunque yo fuera adulta e independiente.
a partir de aquel día comencé a darme cuenta de
que
en mi familia yo sería la próxima que moriría.
y comencé a preguntarme si tendría un funeral
de verdad sin compañeros que vienen de picnic.
con personas vestidas de negro y un viudo
adecuado
prometiendo conmovedoramente que cuidaría de
los hijos
que no tengo.
cuando llegué a casa ya era de noche
puse toda la ropa a lavar y tomé un baño.
mi madre me
enseñó
que se debe
lavar todo al al llegar de un cementerio.
después del
baño me llamaron para cenar
pedí
permiso y me fui a vomitar
una vez
más.
no me gusta
el cementerio donde fue enterrada mi madre.
no me
gustan los cementerios en general, quizás me gustan aquellos
que quieren
parecer un jardín. pero éste especialmente
me
desagrada porque está al lado de un cementerio grande
el más
grande de la ciudad o uno de los más grandes —no lo sé seguro.
y la
grandeza de uno torna al otro invisible
de alguna
manera. preferiría que ella estuviera en lo alto
de una
colina fresca ante el hollín negro
de una
fábrica o que ella se hubiese convertido en árbol
como
aprendí en una película años después.
alrededor
de los cementerios vecinos sólo floristerías
con sus olores
insoportables. y las funerarias
junto a los
hospitales confirman
la
aparición de los comercios. no
continué
viviendo en la casa
que era
sólo mía ahora. se volvió
tan
insoportable como el olor de las flores.
fui a vivir
a una casa de ventanas verdes
cuando
alguien me dijo
aquí tú
estás en casa.
y lo
estuve. y fui dejando de estarlo a medida que ésta
y otras
vulnerabilidades empezaron a oler mal.
mis
pertenencias y las de mi madre continuaron
en nuestra
casa en la casa que yo no quise. dos días
después del
entierro una amiga de mi madre me vino a
visitar y
me dijo me quedo con sus cds y sus libros.
así me los
quedo. no se los quedó. me quedé en la casa
de ventanas
verdes por algunos años. al contrario
de la mía
esta estaba llena de gente
y de
silencio. yo tenía una habitación ropa comida
y horarios.
como un convento.
aquí estás
en casa. me dijeron
más tarde
en otra casa.
algunas
puertas se abrieron. algunas serían suficientes.
una
habitación al fondo de una casa con cinco
habitaciones
al lado de la piscina: una puerta. un chaval
que tenía
las llaves de la iglesia: una puerta. una beca
en la
universidad para una investigación en lingüística:
una puerta.
me quedé con la habitación. me quedé con el chaval.
rechacé la
beca por nepotismo.
el día del
entierro el chaval que interpretó jesús
durante la
pascua me dijo vamos a la iglesia
mañana
cuando el cura duerma para
que te coma
el culo en el confesionario. yo fui.
pero esta
vez al contrario de tantas otras
no hubo
confesiones ni besos ni culo.
nunca más
volví a ver a jesús.
en esta
casa sólo una persona se encargaba
de la
generosidad. yo podría dar de comer
a los perros. limpiar la piscina y utilizarla
los días
festivos. utilizar la sala y la cocina.
en esta casa todos me incomodaban. pero
lo que más me incomodaba era que mi madre
mi padre y mi hermano estuvieran enterrados
en cementerios distintos. nunca los
visité. preferí concentrarme
en la incomodidad que los vivos estaban
dispuestos
a ofrecerme. a los dieciocho años ya no era
lo que había sido hasta entonces y nadie sabia
qué seria yo en adelante. la belleza y el
futuro
eren todo lo que me podría prometer. pero es
más doloroso
de lo que dicen no poder volver a ser tú misma.
todo lo que me quedó fue escoger un papel. y
decir
mis diálogos. preferentemente en un escenario
lejos
de mi ciudad. o en una tierra
con menos cicatrices.
durante todo este tiempo en casas llenas de
gente
siempre estuve sola. a veces pienso que todo
ocurrió
de otra manera. que algunas personas me
apoyaron.
que tuve dos habitaciones confortables. y ropa
nueva y
comida caliente. entonces me doy cuenta de que
una versión
no necesita ser mentira para que la otra sea
verdad.
a veces sólo quiero olvidar
pero me puedo
contentar con el hecho de que eso fue
hace mucho tiempo y puedo pensar que estoy
lejos
de todo eso. y casi consigo convencerme.
ahora veo que debía de haber hablado sobre la
casa
donde vivía con mis padres y mi hermano
en vez de relatar mi deambular por
otros escenarios otras personas. la casa se
quedó donde
siempre estuvo como es de suponer. cerrada
o alquilada. poco importa. lo que importa
ahora es que estoy de hecho lejos de ellas.
en aquel momento creí que el alejamiento sería
una manera de apaciguar las cosas. a veces
es todo lo que se puede hacer. decir adiós
a la villa de cemento. adiós a la señora josefa
a los otros ancianos que fueron diciendo adiós
adiós a la vecina que no nos saludó
durante más de diez años adiós a la vecina
que tiraba agua hirviendo
a la pequeña buganvilla mientras
mi madre intentaba hacerla crecer.
y las vecinas me tratan bien después
del temporal y me ofrecen dulces
que aún no se han estropeado y correos
aún está en huelga y las vecinas
conversan conmigo
aunque no me entiendan.
la casa de la playa casi todos los eneros
dentro de diez minutos
un mar de olas verticales y mi mejor amiga
sobre mis hombros dentro del mar
debajo de la línea que se agita entre
zambullido y oxígeno
mi mejor amiga en mis hombros.
y decir adiós a la casa de la playa casi todos
los eneros
a los sapos en la ducha y al pez frito para la
comida
a la arena alrededor de la casa después cemento
al mar agitado y al ahogo
a la tv de diez pulgadas y a los extraños en la
misma casa
al bochorno del verano y a las ganas de irse. a
los ruidos
del extrarradio sin horas marcadas al avión y
al helicóptero
a los estornudos y a las obras al coche de la pamoña
a los tambores y al ensayo de la banda de rock
a las fiestas de cumpleaños a la cena tropical
de diciembre
a los acosos que invaden las ventanas.
compré un apartamento en el extrarradio. firmé
los papeles
pero las llaves sólo al día siguiente. la
antigua propietaria
acababa de desocupar la casa. las diez vengo
a buscar las
llaves. estoy limpiando la casa para ti
encerando el parqué. voy a reformarlo no le
hace falta
cera al parqué. es importante que continúes
utilizando
esta cera vuelve a las dos tendrás tus llaves.
pero ya son las dos.
qué rápido que pasa este tiempo vuelve al final
de la tarde.
necesito las llaves ahora señora.
tendrás tus llaves hoy no te preocupes.
sólo necesito terminar de encerar el parqué.
traje un cuadro de vermeer
compré un vino portugués
i cojo de mi estantería del siglo diecinueve un
libro
de poesía encuadernado en tela mi vecina tiene
paredes
de mortero y una tv de plasma para ver el
culebrón de la globo
aquí las cacerolas sólo hacen ruido en la
cocina. dos personas
salieron de aquí. terminaron el noviazgo y vendieron
un apartamento sin tabiques. vivo en la casa
que no llegó a ser. en el vacío de los objetos
desplazados en el espacio su luto
mezclado con el mío. como una extraña
en mi propia casa los porteros
abren las puertas a extraños
los amigos ya no son amistosos. volví a casa
y no sé quiénes son las personas del barrio los
amigos
lo que quedó de la familia.
aunque fuera un apartamento del extrarradio
desde la primera noche hace muchos años
una habitación de hotel no mi casa
con cuadros olores colores y sueños propios
el pescado frito de un vecino la aspiradora
después de las once de la noche en otro
apartamento y el paisaje de sol
y cemento y ruidos y polvo y el único árbol
de la calle abatido. y el cristal de una de las
ventanas
roto hace años y la rejilla inox
de la bañera
finalmente oxidada. las miradas
de un vecino del edificio
de enfrente una silla sin dos tornillos y
otras cosas que siempre quedan por reparar.
quizás mi forma de vivir en una casa
sea el ensayo de la banda de rock los sábados
por la mañana la batería no habla con
el bajo y una voz desafinada narra una letra
incomprensible. es extraño, incluso cuando
preparo una comida de la infancia,
que mi casa sea mi casa.
ahora estoy en un edificio que son dos
fue construido para que nos habituáramos
a sólo temporalmente saber la palabra
casa. antes de ir a la panadería haré
una lista de lo que he de llevar a la calle
agua mapa piedra llave cartera bolígrafo
señalizador
móvil cargador bloc de notas grabadora ecobag
linterna y pan. no olvidar coger el maquillaje
de calle. en una película de ursula meier
una familia vive al lado de la autovía
como una hoja se sujeta al árbol
las personas anónimas recorren apartamentos
y casas y nuestros destinos al lado de una
autovía
abandonada ellas se duchan juntas.
todo está razonablemente bien hasta que
un día reabren la carretera al tráfico a los
sonidos
de coches y bocinas a la penetración
de los olores del humo de los combustibles
fósiles y el asalto ininterrumpido a los
sentidos
todo está razonablemente bien
las personas anónimas atrapadas en una
pesadilla
surrealista incapaces de
despertar.
lunes a la seis de la mañana el barrio
comienza a trabajar como si olvidara
que el día anterior guardaba silencio
mientras ese nombre reúne la calma que puede
la tv smart anuncia
la guerra las guerras
en el canal de noticias sin voz
y así nadie ve nadie sabe
de la explosión de ayer del derrumbe
de los niños ahogados.
nunca conté nada de esto a nadie. no por
temor de que no fueran bastante amables
para escucharme sino porque tengo la certeza de
que
son lo bastante idiotas para
no entenderme. en aquel momento creí
que el alejamiento sería una manera
de apaciguar las cosas. a veces es todo
lo que se puede hacer. irse con dos
maletas grandes al otro continente.
y dejar todo el resto atrás.
a pesar de sentir la necesidad de huir nunca
dudé
de que allí había amor. de una manera
silenciosa
pero amor. fue ésta la palabra que me
enseñaron.
fue el nombre que le dieron.
creí en eso creí en ellos durante mucho tiempo.
pero para continuar amando me alejé.
alguien el otro día me dijo que para actuar así
debía de tener expectativas muy altas por lo
que se refiere al amor.
cualquier amor. después me dijeron que como
mi padre mi madre y mi hermano se fueron yo
también
quise irme. pero a mi manera. o: como había
perdido
muchos amores yo no tenía nada más que perder.
la verdad es que no lo sé. la verdad es que
nada
de eso me importa. debo concluir que en la
medida
de lo posible estuve rodeada de amor. a veces
mezclado con otras cosas. el
amor me dijeron
tiene estas cosas. y para continuar amando lo
que hice fue
irme.
después volví. llamé a la familia y a los
amigos
y a los vecinos y les dije con alegría
he vuelto y les dije que una vez me fui
con lo que me pertenecía y me fui
lejos y allí viví pero
ahora he vuelto.
de eso hace unos cinco años. nadie corrió
hacia mí nadie me recogió en el aeropuerto
ni me abrazó ni me preguntó cómo fue el viaje
ahora he vuelto y ya no hay música
ni personas en casa
pregunté a alguien que pasaba qué era eso
y una voz me dijo que todos habían muerto.
después vendí la casa.
hoy he cumplido cuarenta años. la médico dice
que debo hacerme una mamografía. examen
de rutina. y también me recomienda
congelar óvulos. allí fuera los ruidos
de la construcción se reanudan.
[Traducción: Joan Navarro]
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